domingo, 20 de mayo de 2012

Introducción a la metodología de las ciencias naturales:


Problemas metodológicos (1° parte) / Autor: Hernán Miguel


Las ciencias naturales nacieron a partir de intentos de describir el mundo en el que están inmersos los seres humanos. Esas descripciones no siempre estaban libres de prejuicios y equívocos tan arraigados en las mentes de los observadores, que la humanidad tardó miles de años en corregir algunas de sus percepciones mientras que no sabemos cuáles todavía deben ser corregidas. Una buena descripción del mundo ha servido, y aun hoy sirve, para explicar los acontecimientos que ocurren en el mundo, para ordenar de alguna manera el aluvión de datos e información que la naturaleza nos brinda cuando entramos en interacción con ella, para anticipar la reacción de algunos sistemas naturales a una manipulación, para anticipar o prede­cir los fenómenos naturales incluso sólo a partir de detectar algunos indi­cadores, para modificar el ambiente de manera de conseguir los objetivos que hombres y mujeres se propongan. En síntesis, las descripciones de la naturaleza parecen cumplir con las necesidades de explicación, predicción y manipulación que el homo sapiens sapiens viene poniendo en evidencia desde que moldeó piedras, utilizó estrategias de caza e inventó el fuego. Cuando estas descripciones del mundo se apartan suficientemente de las creencias mitológicas y mágicas comienzan a convertirse en lo que hoy llamamos «Teorías científicas».
Las «teorías» en ciencias naturales describen alguna parte de la naturaleza que ha interesado a la humanidad. A la vez funcionan como una herramienta que nos permite predecir la ocurrencia de acontecimientos del tipo de los que se ocupa la teoría y manipular las condiciones para evitar, provocar o modificar esos acontecimientos. La obtención de teorías ha sido una de las creaciones culturales a la que la humanidad le ha dado mucha importancia y lo que nos preguntamos ahora es si existe algún «método» para la obtención de tales productos culturales. Durante algún tiempo se ha sostenido que existe algo llamado "el método científico". Este supuesto método sería una colección de “reglas” que indi­carían de qué modo se debe actuar para obtener datos, formular hipótesis y comprobar si tales hipótesis son correctas. Sin embargo, pese a los múltiples intentos por especificar esta especie de "receta", los metodólogos no han podido dar más que lineamientos interesantes que a veces parecen seguir los científicos pero que en sí mis­mos tienen tantas dificultades que no parecen constituir un método certero para la obtención de la «teoría» de manera de estar seguros de haber dado con la descripción "correcta". Es así que hay quienes han sugerido que la investigación en ciencias naturales tiene una dinámica que se parece más a una actividad creativa dentro de ciertos límites impuestos por los datos disponibles, que a una actividad clasificatoria y metódica que paso a paso nos lleva a la verdad. Los datos disponibles efectivamente fijan un límite a las conjeturas teóricas que los explican pero ese límite todavía deja una gran libertad para las propuestas explicativas. Para una misma colección de datos habrá múltiples explicaciones satisfactorias y será necesario poner a prueba esos modelos explicativos para ver cuál de ellos es capaz de predecir mejor los acontecimientos todavía no observados. Aun así en el mejor de los casos tendremos una descripción que ha sido exitosa en las predicciones y satis­factoria en la manera en que ha logrado articular los datos, y sin embargo los casos por estudiar en el futuro pueden llegar a ponerla en algún aprieto. Por otra parte, cuando nos referimos a los datos disponibles hemos hecho un recorte, una selección del sistema a estudiar o el sector de la naturaleza en estudio. Esta selección de qué cosas vamos a estudiar y cuáles aspectos constituyen el objeto de estudio será nuestro ámbito de interés y ésta ya es una limitación impuesta por nosotros como investi­gadores y no por la naturaleza misma. La elección de cuáles aspectos serán tenidos en cuenta en la descripción y que por lo tanto deben regis­trarse como datos relevantes a la investigación es una decisión humana y no parece estar impuesta por la naturaleza de lo que estamos estudiando. Mencionemos también que en las explicaciones que nos parecen satis­factorias suelen mencionarse conceptos y términos que escapan a nuestra percepción directa. Solemos explicar que los planetas se mantienen liga­dos al Sol debido a una "atracción gravitatoria"; que los rasgos que obser­vamos en los organismos provienen de una "información genética"; o que nuestros cuerpos siguen andando hacia adelante cuando el colectivo frena porque poseen cierta "inercia". Así las descripciones suelen referirse a cosas que no se detectan de manera directa o incluso que no se detectan de ninguna manera y sin embargo juegan un rol importante en la expli­cación y la comprensión que logramos de esos fenómenos. En ciencias sociales también nos referimos a estos tipos de cosas. Solemos explicar el éxito de una marca por la "imagen" que logró imponer en el "mercado"; podemos hablar de la "intención de voto" de las "clases sociales" o de la "tendencia de los mercados".
La caracterización de estas entidades teóricas ha sido tan conflictiva que una vez más la "receta para hacer teorías" tuvo dificultades. Finalmente, digamos que se esperaba obtener un método científico tan eficaz, que las teorías se seguirían nutriendo siempre de datos consistentes con el conocimiento acumulado hasta el momento. Con un método así no podría explicarse el abandono de una teoría. Pero la historia de las cien­cias naturales nos ha mostrado, en más de una oportunidad, cambios radi­cales en las teorías, abandonos de teorías que habían parecido adecuadas durante cientos de años y que ahora eran reemplazadas por otras total­mente incompatibles con las anteriores. El progreso de la ciencia debería haber sido, según el «método» tan buscado, un avance cada vez más pro­fundo y a la vez más extendido de las teorías sobre la naturaleza. Debería parecer que la ciencia avanza a medida que va descorriendo un velo de ignorancia que protege a la naturaleza del conocimiento del científico. Cuanto más conociéramos de la naturaleza, más información tendríamos pero también más convencidos quedaríamos de las teorías que nos habían llevado a ese conocimiento. Lamentablemente para los metodólogos, epistemólogos o filósofos (e incluso algunos profesores de ciencias que habían sucumbido al recetario) que buscaban denodadamente este método, no pudo ser delineado de forma precisa y eficiente. La obtención del conocimiento no parece seguir una "receta" predeterminada y siempre requiere de la inventiva del investigador para sortear dudas, generar preguntas inteligentes y abandonar creencias muy arraigadas para poder alcanzar descripciones más satisfactorias aunque a veces menos intuitivas y familiares. El progreso de la ciencia comienza a tener un carácter multidimensional en donde juegan importantes papeles la capacidad explicativa, la simplicidad, la articulación de la teoría con otros saberes, la capacidad predictiva y de transformación de la naturaleza y el impulso hacia los desarrollos tecnológicos que esa teoría promueve. Pero sin embargo no se ha perdido totalmente aquel intento por constru­ir una ciencia siguiendo algunas normas. Recomendaciones básicas y suge­rencias moderadas de cómo comenzar a estudiar los fenómenos naturales, han sobrevivido y constituyen hoy en día parte sustancial de la capacitación de los investigadores. Daremos un vistazo a las diferentes corrientes que intentaron delinear la manera en la que los científicos construyen sus teorías y anotaremos a cada paso las dificultades con las que se encon­traron para "redondear" sus propuestas. Las diferentes descripciones de la práctica científica nos han dejado algo interesante para forjarnos nuestra propia manera de hacer investigaciones y de encauzar nuestra inventiva en la forma de proponer teorías. A su vez, este trayecto también es un reco­rrido casi cronológico en el reconocimiento de las dificultades en la obten­ción del conocimiento, decisiones sobre la elección entre teorías y fundamentación del progreso científico.

Actividades

I) Lee detenidamente el siguiente fragmento, subraya las ideas principales y reconoce las palabras clave que lo estructuran.

II) A continuación te proponemos las 4 reglas que Renato Descartes propuso en 1637 en su obra “Discurso del Método” como medio seguro para acrecentar nuestros conocimientos científicos. Luego de leer comprensivamente la propuesta cartesiana escribe en tu carpeta, lo más completamente que te sea posible (una carilla aprox.), una reflexión sobre los puntos de coincidencia y de oposición entre ambos fragmentos. 

“…Por todo lo cual, pensé que había que buscar algún otro método que juntase las ventajas de esos tres, excluyendo sus defectos. Y como la multitud de leyes sirve muy a menudo de disculpa a los vicios… […]… así también, en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y constante resolución de no dejar de observarlos una vez siquiera: 

  1. Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda.
  2. El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución.
  3. El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.
  4. Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada.

Esas largas series de trabadas razones muy simples y fáciles, que los geómetras acostumbran emplear, para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habían dado ocasión de imaginar que todas las cosas, de que el hombre puede adquirir conocimiento, se siguen unas a otras en igual manera, y que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera una que no lo sea y guardar siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna, por lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y descubrir”.

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