domingo, 13 de mayo de 2012

EL CONOCIMIENTO HUMANO I


Siglos XVII y XVIII: la filosofía y el problema del conocimiento

I) Introducción:

A partir del RENACEMIENTO, la sociedad y el pensamiento de Occidente adquieren caracteres que lo diferencian claramente del tipo de problemas que habían caracterizado a la filosofía ESCOLÁSTICA que la EDAD MEDIA había con­sagrado, con una metodología y un conjunto de cuestiones propias.
Pero la revolución cultural que en sí misma representa el RE­NACIMIENTO, en la opinión de numerosos autores, se caracteriza por ser un período histórico vinculado a la realización de una dura CRITICA del pasado inme­diato (= edad media) sin aportar elementos valiosos en lo que a filoso­fía original y constructiva se refiere. Debemos reconocer, sin embargo, que el «renacimiento», el «humanismo» y la «nueva ciencia» representan el inicio de un curso de descubrimientos y de inquietud intelectual que se prolongarán luego en la filosofía moderna europea.
La FILOSOFÍA –una filosofía que reiteradamente denominamos co­mo «amante de la verdad y de la totalidad»– bajo la presión y la presencia de las CIENCIAS (físico-matemática y de la naturaleza) ve ampliarse el ámbito de sus cuestiones. Las ciencias –en este período– definen sus estructuras: sus objetos de investigación, sus principios constitutivos y su metodología específica e inician un seguro caminar en el «de-velamiento»' de múltiples áreas de la realidad.
Si la filosofía medieval había contemplado con abierta admiración la seguridad de la TEOLOGÍA y de las VERDADES de FE, la filosofía moderna se muestra también como la historia de una admiración por la ciencia, por su seguridad «matemática» brindada por sus conclusiones: los filósofos sueñan con un lenguaje tan seguro y pre­ciso como el lenguaje matemático para poder hablar del BIEN, del HOMBRE, del SER, de la MORAL o de DIOS.
Entre los ÓRGANOS DEL CONOCIMIENTO, la RAZÓN humana aparece lentamente como un instrumento cuya importancia creciente van testificando las ciencias en formación y en expansión. Si la RA­ZÓN es o no el ÚNICO medio para conocer y dominar la realidad y la verdad será motivo de prolongados enfrentamientos y debates. Lo cierto es que la RAZÓN es un capacidad esencial para el ejercicio de la FILOSOFÍA; si la RAZÓN CIENTÍFICA ha podido «ordenarse», para descubrir los secre­tos de la matemática y de la naturaleza, del espacio y de los astros, la RAZÓN de la filosofía puede trabajar sobre sí misma para asegurarse que sus temas y sus problemas pueden encontrar un planteamiento adecuado y una definitiva resolución.
Es pues natural que en este período se proceda a REVISAR críticamente las respuestas y los procedimientos de la filosofía anterior, no para eli­minarlos o negar sus aportes, sino –sobre todo– porque la seguridad del CONOCIMIENTO obliga a no aceptar como «cierto» pre-supuesto alguno para poder construir un edificio sólido y sin fisuras. Y «fisuras» son, para los hombres del renacimiento y la modernidad, todas las afirmaciones de la filosofía precedente que no se sostie­nen cuando se las somete a una crítica minuciosa y profunda.
Complementariamente, los diversos filósofos representantes del período, procuran definir un MÉTODO (= camino) a través del cual se pueda transitar con seguridad en la búsqueda de las soluciones y de la verdad. Definir un método significa también extender las posi­bilidades del conocimiento humano, ahorrando el tiempo y multipli­cando los resultados del esfuerzo.
Lentamente la FILOSOFÍA se aproxima a una cuestión clave en el cuadro de sus problemas: el problema GNOSEOLÓGICO, el del co­nocimiento humano. Aunque había estado presente desde los inicios mismos de la FILOSOFÍA es en esta época cuando se producen las formulaciones más explícitas y se enfrentan las posiciones más anta­gónicas. El CONOCER no es una función que se acepta con indiscu­tible certeza, sino que se somete a un análisis complejo, ensayando numerosas y variables respuestas.

II) Actividades

Subrayar las ideas principales del texto e identificar palabras, frases o afirmaciones que requieren una explica­ción suplementaria.  

 Para pensar (y responder por escrito en las carpetas): ¿Por qué se afirma que la FILOSOFÍA sueña con adquirir la seguridad en el conocimiento propia de las CIENCIAS? 

 Procede a la lectura los siguientes fragmentos y e indica si en ellos se expresa, o no, el espíritu y las ideas de este período de la filosofía:

a. DESCARTES: DISCURSO DEL MÉTODO.

"Pero como hombre que tiene que andar solo y en la oscuri­dad, resolví ir tan despacio y emplear tanta circunspección en todo que, a cambio de adelantar algo, me guardaría al menos muy bien de tropezar y caer. E incluso no quise empezar a deshacerme por completo de ninguna de las opiniones que pudieron antaño desli­zarse en mi creencia, sin haber sido introducidas por la razón, has­ta después de pasar buen tiempo dedicado al proyecto de la obra que iba a emprender, buscando el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de que mi espíritu fuera capaz..." (Parte 2da.)

b. DESCARTES: MEDITACIONES METAFÍSICAS.

"Hace mucho tiempo que me he dado cuenta de que desde mi niñez, he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo que después he ido edificando sobre tan ende­bles principios no puede ser sino muy dudoso e incierto; desde en­tonces he juzgado que era preciso acometer seriamente la empresa de deshacerme de todas las opiniones a que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias". (Meditación 1-)

c. FRANCIS BACON: NOVUM ORGANUM.

"Ocioso es esperar que la ciencia haga ningún adelanto gran­de, injertando cosas nuevas a las viejas. Hemos de comenzar otra vez desde los fundamentos mismo a menos que estemos dispuestos a seguir siempre dando vueltas en torno de un mismo círculo, con adelanto menguado y despreciable". (Na XXXI)

d. BERKELEY: TRATADO DEL CONOCIMIENTO HUMANO

"Dado que la filosofía no es otra cosa sino el estudio del saber y de la verdad, debería suponerse fundadamente que los que han dedicado mucho tiempo y esfuerzo a ella, deberían gozar de mayor calma y serenidad de pensamiento, mayor claridad y evidencia en el conocimiento y verse menos perturbados con dudas y dificulta­des, que el resto de los hombres. Pero esto no sucede así. No hay duda que es empresa digna de todos nuestros esfuer­zos, realizar una indagación estricta acerca de los primeros princi­pios del conocimiento humano, a fin de examinarlos y analizarlos en todos los sentidos..."

III) El Racionalismo de DESCARTES

La obra de Descartes intentó representar para su época, y sobre todo para la posteridad inme­diata, un «borrón y cuenta nueva» respecto al pensamiento tradicional. Fue notable no sólo como filósofo, sino también como hombre de ciencia (geometría analítica, ley de refracción de la luz, aproximación a la ley de la inercia, teoría del magnetismo).

Como FILÓSOFO, interesa ante todo caracterizar el «radicalismo» que singulariza su pensamiento: su tendencia a ir hacia las verdaderas y profundas «raíces», hacia los últimos fundamentos. Es el primero que con claridad «vive» en la creencia del fracaso de la filosofía precedente: necesita en­contrar la seguridad de una verdad indubitable y definitiva, fundada sobre bases sólidas.

Podemos rescatar sintéticamente:

1. la duda METÓDICA, entendida como el recurso metodológico para buscar la verdad, desconfiando de todo conocimiento que no sopor­te el asalto de la duda.

2.  el primer conocimiento absolutamente cierto: PIENSO, LUEGO SOY: que representa la base racional para proseguir en la búsqueda de la verdad.

3.  El método CARTESIANO para llegar a conocimientos UNIVERSA­LES Y NECESARIOS. (Único medio = la RAZÓN).

RACIONALISMO

El órgano del conocimiento es la RAZÓN humana, su capacidad y la íntima convicción de que la realidad posee una estructura ra­cional que el hombre puede conocer y ordenar. El conocimiento que procede de los sentidos y de la experiencia es particular y contin­gente, dudoso. El único tipo de conocimiento válido es el que con­duce a verdades UNIVERSALES y NECESARIAS.
En el hombre hay ideas innatas que operan independientemente del dato de la experiencia.
La ciencia por excelencia es la MATEMÁTICA porque representa la racionalidad, la validez universal de su contenido

IV) El Empirismo de HUME:

David Huma es el más ilustre representante del «empirismo» y con su pensamiento dicho movi­miento llega a su culminación.
Desconfiando de las posibilidades y del alcance del pensamiento racional y afirmando que TODO conocimiento deriva en última ins­tancia de la experiencia sensible, Hume somete a crítica los conceptos fundamentales de la filosofía occidental que había confiado en el po­der de la razón para resolver los problemas.
La crítica de su filosofía se enfrenta al pasado filosófico, pero reco­rriendo otro camino y definiendo en otros términos el CONOCI­MIENTO HUMANO: al principio, la mente del hombre es como una hoja en blanco y sólo más tarde se va “llenando” progresivamente con los contenidos de las percepciones: todo lo que creemos que está en nuestra mente no es más que fruto de las transformaciones de esas percepciones originales.

Podemos rescatar sintéticamente:
1.  Impresiones e Ideas mientras las primeras representan todas las per­cepciones que el hombre tiene (experiencia), las ideas son 'impresiones derivadas' por obra de la fantasía o de la memoria.

2.  Crítica a la idea de SUSTANCIA, de YO, de causa-efecto, de DIOS: todo lo que creemos demostrado y probado, no es más que la combinación de percepciones y de ideas en una unión indebida, sin una existencia comprobable e independiente.

EMPIRISMO:

Mientras el racionalismo afirma que la RAZÓN conoce sin ayu­da de la experiencia, el «empirismo» sostiene la tesis contraria. TODO conocimiento deriva en última instancia de la experiencia sensible: ésta es la única fuente del conocimiento y sin ella no se lograría sa­ber ninguno.
El espíritu no tiene contenidos originarios (ideas innatas) sino que es como un papel en blanco que la experiencia va llenando. Es válido todo conocimiento que proceda de la experiencia y se debe desconfiar de todos aquellos que la ignoren. Está relacionado con las CIENCIAS NATURALES hechas de observación y experimentación.

V) El conocimiento como problema filosófico:

La filosofía se caracteriza por formular interrogantes que sobrepa­san el mundo de lo natural y de lo cotidiano; por ello, un filósofo con­temporáneo como Martín HEIDEGGER al intentar definirla afirmaba que es un «extra-ordinario preguntar por lo extra-ordinario». Esa natural «separación de lo cotidiano que implica la actividad filosófica, no puede sin embargo transformar­la en una investigación aislada e incomunicada: la filosofía debe volver sobre el mundo natural (recordar el regreso del prisionero liberado en la Alegoría Platónica) para iluminarlo con una nueva luz de la verdad.
En nuestra cotidiana existencia, el CONOCIMIENTO aparece como «a-problemático», esto significa que, generalmente, nadie cuestiona si puede o no conocer; si lo que conoce es cierto, verdadero o seguro; si todos conocemos de la misma manera o llegamos al mismo nivel de certeza, etc.
Si, por ejemplo, fuera del ámbito de una lección de filosofía interrogamos a las personas acerca de si es posible conocer; o si creen que los seres humanos tenemos problemas para conocer las cosas; o si piensan que es necesario investigar el conocimiento humano a fin de certificar su certeza, etc. Frente a ello, es muy probable que nos respondan que no pueden perder el tiempo en vaguedades y cosas inútiles.
Sin embargo, en nuestra vida cotidiana –al margen de la actividad filosófica– muchas veces ponemos en duda nuestro conocimiento, aunque al re­flexionar difícilmente lo recordemos. Así surgen algunos interrogantes propios de la experiencia «a-crítica» cotidiana:

  • ¿Será cierto lo que afirman acerca de esto o de aquello?
  • ¿Es verdadero, real o posible lo que mis ojos contemplan o lo que oyen mis oídos? ¿Cómo puedo llegar a conocer verdadera y profundamente a una persona, cuando constato que parece una realidad escurridiza?
  • ¿La información que recibo, a través de diversos canales, es verdadera, es fiel a la realidad a la que se refiere?
  • ¿Por qué hay múltiples versiones -distintas y contradictorias- de un mismo hecho que todos han presenciado igual?

Y así podríamos prolongarnos en múltiples cuestiones acerca de ilusiones ópticas, fallas de audición o de percepción, malentendidos, confusiones en el lenguaje, problemas de nuestro razonamiento, etc..
Pero ante la pregunta:

¿Debemos someter a cuestión nuestro cono­cimiento?

Naturalmente una gran mayoría de personas concluirá que no es necesa­rio, porque sobran las cuestiones urgentes, inmediatas o importantes.
Debemos, empero, formular algunos interrogantes que nos per­miten introducirnos en el PROBLEMA GNOSEOLÓGICO o DEL CONOCIMIENTO:

  • ¿Cómo se produce el conocimiento? ¿Qué significa que alguien conozca algo?
  • ¿Cuáles son los instrumentos o los órganos del conocimiento?
  • ¿Cuándo y cómo sé que lo conocido responde al objeto real?
  • ¿Me engañan los sentidos? ¿Me engaña la razón? ¿Cuál de ellos es más confiable?
  • ¿Puedo conocer siempre? ¿Hay situaciones en las que las que mi conocimiento está velado o imposibilitado?
  • ¿Cómo puedo transmitir el contenido de mi conocimiento sin traicionar su ver­sión original?
  • ¿Hay determinados objetos o cuestiones que se “resisten” a ser conocidos?
  • ¿Y si todo lo que consideramos nuestro conocimiento y nuestra realidad fuera un simple sueño, una creación de nuestra fantasía?
  • ¿Qué diferencia hay entre el conocimiento cotidiano, el científico, el místico-reli­gioso y el filosófico? ¿Cuál de ellos nos muestra la profundidad de los seres con mayor fidelidad?

VI) Actividades:

a. Proceder a leer y a marcar las dificultades de comprensión.
b. La ciencia, ¿se rige por el conocimiento vulgar o cotidiano o impone otra manera de ver y de comprender las cosas? Formular algún ejemplo explicativo que justifique la respuesta.
c. Buscar un ejemplo de «verdades contradictorias» acerca de un mismo hecho. Comparar diversas fuentes informativas o periodísticas.

VII) El fenómeno del conocimiento:

El método que se emplea en la descripción del conocimiento –pri­mer paso, antes de poder formular interrogantes y analizar las posi­bles respuestas– es el llamado «método fenomenológico» (es decir, se atiende exclusivamente al fenómeno del conocer tal como se nos presenta, describiéndolo con pureza, dejando a un lado opiniones y teorías injustificadas que pudieran pertur­bar su comprensión).
En todo conocimiento se hallan, frente a frente, una persona que conoce (denominada técnicamente COGNOSCENTE) y algo CONOCIDO; un SUJETO y un OBJETO del conocimiento; de modo que la “pareja” «sujeto cognoscente»/«objeto conocido» es esencial en cualquier conocimiento. La RELACIÓN existente entre ambos es el CONOCIMIENTO MISMO. Esta DUALIDAD del «objeto conocido» y del «sujeto que conoce» es una separación completa. Nunca se pueden fundir porque dejarían de ser dos y entonces no habría conocimiento. Sujeto y objeto son términos relativos. El «ser-sujeto» como tal existe solo para un objeto; el «ser-objeto» como tal, existe sólo para un sujeto. En esta relación no hay posibilidad de que el objeto se convierta en sujeto o que el sujeto se convierta en objeto. La función del sujeto consiste en un APREHENDER el objeto. La función del objeto es la «posibilidad de ser aprehendido» por el sujeto. La tarea del sujeto consiste en “salir de sí” hacia el objeto: en salir de sí para “adueñarse” del objeto, para “captarlo” mediante el pensamiento, apropiándose de las determinaciones fundamentales del objeto. El objeto y sus determinaciones (características esenciales y accidentales) no se alteran por la actividad del sujeto: al ser captado e “incorporado” en el ámbito del sujeto, el objeto permanece intacto. Lo que el sujeto “capta” o “apresa” para incorporar dentro de sí mismo no es el objeto mismo, sino la «imagen» del objeto. Y precisamente a partir de dicha «imagen» (representación sensible interior del objeto) que nuestro entendimiento comprende luego sus características esenciales. Así mientras el objeto se muestra indiferente ante el sujeto, el sujeto se altera por el conocer; porque la función del conocimiento provoca en él cambios. En el objeto nada se modifica por obra del conocimiento: no surge nada nuevo.
En la relación de conocimiento el objeto es lo «determinante» y el sujeto lo «determinado»: aunque en el aprehender se haga referencia a la actividad del sujeto, en realidad el CONOCIMIENTO es la «determinación del sujeto por el objeto». La actividad del sujeto no es incompatible con su receptividad: hay co­nocimiento porque en el sujeto hay intención de “apresar” un objeto, pero también, porque el objeto puede “determinar” al sujeto que lo conoce. Esa determinación es el fenóme­no mismo del conocimiento.

Material extraído (y adaptado) del libro "Filosofía, Historia, Problemas, Vida" de Jorge Eduardo Noro, Ed. Didascalia, Rosario, 2012.

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