Principios y luz propia de ambas disciplinas:
La Filosofía y la Teología constituyen «órdenes» de conocimiento diferentes
La Teología: tiene por luz la FE y por principios las VERDADES REVELADAS (puede «servirse» de la filosofía cuando así lo juzgue conveniente –aunque propiamente hablando no tienen necesidad de ella– para cumplir su cometido que consiste en comprender cada vez más profundamente el sentido de las verdades de fe. Es este el auténtico sentido de la sentencia que afirma que la «filosofía es sierva de la teología»).
La Filosofía: tiene por luz la RAZÓN y por principios las VERDADES EVIDENTES (la filosofía es autónoma y libre e su orden propio. No está por naturaleza ordenada a servir a la teología).
El «prejuicio» propio de la Fe:
Para pensar: ¿Constituye –para el filósofo cristiano– la Fe una especie de «prejuicio» que de antemano le indica hacia donde está la verdad que constituye la finalidad de sus especulaciones? Esto es pues uno de los argumentos que arguyen quienes rechazan la posibilidad de que un cristiano pueda «hacer filosofía». ¿Es la Fe un «prejuicio»? Sí, no temamos afirmarlo pero, ¿quién aborda un problema sin tener algún prejuicio?, es decir, sin haberse forjado una idea de lo que va a probar. El peor prejuicio es creer que se está libre de prejuicios; el hombre es un animal social y la educación que recibimos imprime en nosotros una marca que condiciona –aunque no determina, claro está– nuestros futuras convicciones. Un filósofo cristiano, aún lleno de prejuicios, es consciente de ellos y los admite públicamente. ¿Diremos entonces que un «filósofo cristiano» no es «amante de la sabiduría» en razón de que, por la Fe, ya –en alguna medida– la conoce y la posee? El filósofo cristiano no busca la verdad pero la ama tanto como el que más, porque amar una cosa no es solo buscarla cuando no se posee, sino también gozarla, profundizarla y defenderla cuando se posee. Busca también la verdad propia de la razón como los demás pues –aunque la posea por la Fe– la busca con su razón hasta lograr demostrarla; entonces la posee nuevamente y de una forma más plena. El «conocimiento» propio de la Fe es inferior, en su estatus de conocimiento, al conocimiento propio de la visión o la ciencia.
Fragmento adaptado del libro Introducción General y Lógica, Curso de Filosofía Tomista,
Autor: Verneaux, Roger, Ed. HERDER,.
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