jueves, 22 de marzo de 2012

APUNTE DE CÁTEDRA I


A propósito de la “evolución” del concepto de ciencia:

Como ha sucedido con numerosas palabras el término «ciencia» ha ido variando su significación a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el Medioevo, la Filosofía y la Teología no solamente eran consideradas «ciencias» con el mismo «status científico» que hoy tienen las llamadas ciencias físico-matemáticas y las naturales, sino que eran entendidas como las «ciencias supremas» que el ser humano podida llegar a conocer. La Teología era –y es considerada actualmente por los teólogos– como una «participación humana» en la ciencia divina –la cual se obtiene por una especial revelación de Dios. La Filosofía aún hoy es comprendida por algunas corrientes de pensamiento filosófico como la «ciencia suprema» o «sabiduría» que se ocupa del conocimiento de los «primeros principios y las primeras causas» que constituyen lo real.
Es importante comprender que una cuestión es «reconocer» que en el presente no demos, en el uso común, el nombre de «ciencia» a dichos saberes –y que lo reservemos para otro tipo de conocimientos como las ciencias experimentales, y  otra cosa es suponer que lo que antes era llamado ciencia no posee el mismo grado de «veracidad» e «importancia» que nuestros actuales saberes. Pues, para nuestra vida, es mucho más importante aprender a distinguir lo bueno y lo malo en cuestiones morales –y ello pertenece estrictamente al campo de la Filosofía– que entender los procedimientos de la mecánica cuántica.

Propuesta de definición:

La «ciencia» es el conocimiento «cierto» de las cosas por sus «causas» o por sus «leyes». En este sentido, «una ciencia» es un conjunto de verdades –acerca de alguna clase de seres– lógicamente encadenadas entre sí, de forma tal que formen un sistema coherente».

La cuestión del «porqué» y el estudio del «cómo», elementos que permiten diferenciar las aspiraciones científicas de las propiamente filosóficas:

La investigación de las «causas» –de la «razón de ser», del «porqué» propiamente dicho– que intervienen en la «constitución» y en el «obrar» de los seres corresponde propiamente a la filosofía. Las ciencias filosóficas se aplican al estudio de la «esencia» de los seres así como a comprender los principios que rigen sus mutuas vinculaciones. (Este conocimiento esencial de lo real no siempre es posible de alcanzar por el entendimiento humano).

Las llamadas ciencias experimentales se limitan a buscar –y a expresar generalmente de manera formal en términos matemáticos– las «leyes que gobiernan la sucesión de los fenómenos»; es decir, el estudio del «cómo» suceden (y sucederán, según predicen esas mismas leyes) las cosas. Estas ciencias «describen», por medio de leyes y teorías, «cómo» un fenómeno o conjunto de fenómenos condicionan regularmente la aparición de otros fenómenos.

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