lunes, 9 de abril de 2012

ORÍGENES DEL PENSAR FILOSÓFICO.

a) Distinción entre y de la Filosofía.

Comienzo: No es lo mismo que origen. Cuando hablamos de «comienzo» nos referimos al momento y lugar histórico en los que una disciplina comenzó a desarrollarse; en este sentido, la filosofía tiene sus principios en el S. VI a. C. en las colonias griegas ubicadas en la costa jónica del Asia Menor.

Origen: cuando hablamos de «origen» nos referimos a la «fuente» de la que, en todo tiempo, mana el impulso a filosofar. Esta fuente es una cierta ‘conmoción’, ‘turbación’, de la persona frente al mundo y sus acontecimientos. Así, puede decirse que el origen del pensamiento filosófico es múltiple:

  1. El ‘asombro’ ante el maravilloso espectáculo del universo nos hace tomar conciencia de nuestra ignorancia y nos mueve a conocer. Es imposible que el asombro y la admiración surjan si el hombre no logra mirarse a sí mismo y a las cosas de una manera «desinteresada» y desde la posición del «no-habituado».
  2. El ejercicio de la «duda» como método para crecer en la capacidad de conocer y afianzar –recuperar de una forma nueva– los saberes poseídos. Se trata de cuestionar los conocimientos asumidos acríticamente;  de “sacudir la estantería” en la que reposan tranquilamente los principios morales y culturales que hemos heredado.
  3. La «angustia existencial» procedente de las llamadas «situaciones límites»: la tensión entre la conciencia de que vamos a morir y nuestro natural deseo de que ello jamás suceda; la conciencia de que muchas de las cosas que suceden en la vida están regidas por lo que parece un cierto azar, el cual no podemos comprender ni dominar; el sentirnos «perdidos» sin poder comprender por cuáles rumbos debe uno encaminar la propia vida. El supuesto «fracaso» de los «proyectos existenciales»; la conciencia de que somos seres «finitos», de que no estamos «acabados». Todo ello nos impulsa a pensar, a construir, filosóficamente, nuevos horizontes de sentido para nuestra existencia.
  4. La terrible «injusticia» y «desigualdad» imperante en muchas de nuestras sociedades  nos mueve a reflexionar filosóficamente sobre el modo de construir una comunidad más humana, pacífica y solidaria.
  5. La «incomunicación» entre los hombres: He aquí una de las paradojas de nuestro tiempo: más posibilidades de comunicación, menor capacidad de ‘encontrarnos’, de salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los otros. La búsqueda consciente de superar la barrera de la incomunicación, la apuesta por el diálogo en torno a cuestiones fundamentales de la existencia es ya comenzar a filosofar.

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