sábado, 24 de julio de 2010

¿Es el amor algo que acontece más allá del bien y del mal?


Sobre el amor, desde Nietzsche (Fragmento y guía para la posterior reflexión grupal)

Dice Nietzsche que lo que se hace por amor acontece siempre más allá del bien y del mal.
¿Qué extraño significado tendrá el amor humano para Nietzsche? ¿Qué nos está sugiriendo con su "más allá del bien y del mal"?
Sólo el verdadero amor acontece más allá del bien y del mal, es decir, más allá de la ley moral. Por tanto, el amor nunca es un asunto que tenga que ver con el deber hacia otro, ni con la obligación de obedecer a una conciencia moral; el amor tiene que ver con aquello que está más allá del bien y del mal, como los sentimientos, las pasiones, los deseos.
Con el propósito de extraer, a partir de la afirmación precedente, algunas conclusiones valiosas para nuestra vida cotidiana, vamos a intentar pensar cómo suele vivirse el amor en las relaciones de pareja, en qué medida la moral y las obligaciones se mezclan con los deseos y los sentimientos.
Cuando uno se pone en pareja o se casa tiene la convicción de que se casa «para siempre». En cierto sentido, uno también se impone la obligación de estar «para siempre» con esa persona, se obliga a sí mismo a querer para siempre a la otra persona. Uno de los errores del amor es que parece ser más serio, o más maduro, cuando viene adherido con el «para siempre». No en vano nuestra institución matrimonial lo establece como precepto fundamental. Pero ¿se puede vivir con este amor? ¿Será este el verdadero amor que está más allá del bien y del mal?
Desde otro punto de vista podríamos decir que nada es para siempre. Ni esta mesa, ni este sol, por muy sólidos o por muy duraderos que parezcan, no son para siempre, porque en algún momento terminarán derrumbándose. El amor, supuestamente eterno, también algún día se derrumbará. Por eso el problema es saber qué significado tiene ese "para siempre" en la vida práctica, en qué influye en la vida de la pareja, y si este propósito puede o no mejorar una relación. Lo que tratamos de cuestionarnos siguiendo a Nietzsche es lo siguiente ¿en qué medida la idea del «amor eterno» me ayuda a vivir mejor?
Más allá de las facilidades legales que existen hoy para separarse o divorciarse, culturalmente estamos condicionados por la idea del amor eterno. Hay, por lo menos, tres ideas actualmente muy ligadas al amor de pareja: el amor romántico, la sexualidad como sinónimo o como expresión de ese amor, y el ideal moral de que el verdadero amor debe ser para siempre. Además nuestra sociedad vive obsesionada con el tema, porque sabemos que el amor está estrechamente ligado a la constitución de la familia, la crianza de los hijos, la trasmisión de los valores, toda nuestra organización social (y hasta económica) se centra en el amor.
Pero veamos cómo surge y se desarrolla el amor de pareja. En el proceso de conocimiento entre dos personas se vive siempre al comienzo de toda relación un momento  de fuerte pasión y sexualidad que suele suscitar el deseo de comprometerse "para siempre". Ahora bien, una vez que se termina ese período de deslumbramiento, ¿qué es lo que queda? Cuándo emergen los primeros sinsabores ¿cómo reaccionan los amantes? Normalmente los miembros de la pareja no advierten estas primeras ‘rupturas’ como un desajuste natural y normal, sino que se culpan a sí mismos como causantes voluntarios de esa falta de pasión. Paralelamente, se reprochan la constante falta de mutuas atenciones:"ya no me querés", "ves que ya no me considerás como antes", "antes no hacías lo mismo", etc. ¿Qué queda entonces cuando falta la pasión, e incluso la sexualidad? Queda la obligación de seguir manteniendo el amor "para siempre", queda el deber moral, la necesidad de cumplir con lo que supuestamente está bien, la obligación de cumplir con el amor para siempre.
El ideal del "para siempre", que antes parecía ser lo más gratificante de la relación, se utiliza ahora como argumento para condenar la conducta del otro, cuando no coincide con aquello que uno de los miembros de la pareja espera.
Ante semejante situación, algunos prefieren que la relación se rompa, otros mantienen la relación, aunque sientan por dentro que ya está muerta. Sin embargo en ningún caso se cuestiona "el concepto del amor", jamás se cuestiona la idea supuestamente incuestionable de que el amor, si es amor, solo puede ser para siempre.
Pensar desde el inicio que el amor es para siempre, puede resultar gratificante, y hasta estimulante para muchos, pero en la práctica no hace más que sujetar los deseos a condiciones que son represivas y asfixiantes. Cuando de antemano están dadas las condiciones para un amor maduro, el "para siempre" no agrega nada; cuando esas condiciones no existen, el ‘para siempre’ nos obliga inútilmente a mantenernos en una situación existencial en la cual los miembros de la pareja se perjudican mutuamente. No sólo no conviene pensar el amor como algo para siempre sino que, en un sentido estricto, esa verdad es la negación del verdadero amor. Querer que el amor sea para siempre puede también significar nuestra intención de que la otra persona no cambie, puede ser una manera de sujetar a la otra persona a nuestro dominio. Llevada al extremo, la idea de que el amor es para siempre puede dar lugar a una relación de sometimiento. El amor para siempre nos obliga a anteponer una actitud de control con respecto al otro y de rigidez con respecto a nuestros sentimientos. Después de pasado el tiempo de la obnubilación, se entra en la zona del bien y del mal, en la zona del juicio moral, de la compasión, del sufrimiento y de la pena.
¿Y ahora qué? ¿Será que el amor eterno es una idea errónea y también una trampa que nos impide desarrollarnos íntegramente? ¿Puede el amor pensarse o constituirse sin un "para siempre"? Aunque sea inalcanzable ¿tendrá que seguir siendo un "ideal" el amor eterno? ¿O es una idea inmadura acerca del amor? ¿Es contradictorio pensar en un amor efímero? ¿Existe un amor más allá del bien y del mal?
A Nietzsche le gusta pensar en la idea de que el amor es el resultado del azar, que el amor no se busca, se encuentra, y que sólo se fortalece en el ‘juego’, cuando se mantiene en una zona alejada de la seriedad de la vida cotidiana. Esa primera etapa es tan mágica porque resulta del conocimiento de dos personas que se sentían ajenas, y que circunstancias ‘inesperadas’ ayudaron a juntar.
La convivencia, en vez de reforzar esas condiciones basadas en el azar y en el juego, nos propende a colocar al amor junto con otras obligaciones. Así es normal que vayamos poco a poco burocratizando la relación. Incluso las mismas actividades que antes realizábamos por el puro gusto de hacerlas, por pura espontaneidad, las vamos formalizando, las repetimos vaciadas de la mirada original. Ahora bien, ¿Cómo recuperar esa primera y original mirada del otro? ¿Cómo recuperar la inocencia de un nuevo comienzo?
El amor que nace de la debilidad se impone el "para siempre" como exigencia previa cuando, en realidad, el "para siempre" debería ser el resultado su fuerza. El amor eterno pretende comprar lo que no se puede asegurar, lo que es imposible. Impone condiciones que sólo pueden llevar a malograr una relación, sujeta el deseo a una condición represiva e ineficaz.
La vida va transformando ese amor inicial en un «medio» para otras cosas, como tener hijos, comprarse una casa, «hacer feliz a otro". Pero el amor no tiene sentido, ni justificación, es absurdo, ilógico, irracional, inexplicable, está más allá de toda conciencia que pretenda imponerle determinaciones morales o racionales. Se ama porque sí, y se deja de amar porque sí. Hay que recuperar el «juego» como la principal dimensión que nos hace humanos y el amor es ante todo un juego. El amor como juego, como actividad esencialmente extramoral, amoral, irresponsable.
El amor auténticamente maduro nace de la fuerza, implica riesgo, se basa en el cambio, exige renovarse día a día, entra en una zona donde se privilegia el juego. Este amor necesita de la falta de finalidad y del azar.
Reflexión cedida por el Prof. Pablo Eugenio Fernández Iriarte
Reflexiona junto con tus compañeros y responde luego por escrito en tu carpeta:

1) Aún cuando hoy muchos de los vínculos amorosos se desarrollen en armonía con el sólo «sentimiento» y sin detenerse a pensar en las «responsabilidades morales» que puedan cabernos frente al otro, ¿son por ello estas relaciones algo totalmente «amoral»? ¿No existe, aún dentro del «amor libre», una suerte de «mínima moral» –hacia los otros y hacia uno mismo– que debe ser respetada? ¿En qué consistiría, concretamente, esa «moral mínima»?

2) Es innegable que la mayoría de los adolescentes y adultos están «biológicamente» preparados para mantener «relaciones amorosas. No obstante, son cada vez más las relaciones de pareja fracasan debido a que uno de los miembros –o ambos– no se encuentran «psíquica y espiritualmente» preparados para «convivir» junto con otro –es claro que quien «no se ha encontrado a sí mismo», jamás podrá «encontrarse con otro». Ahora bien, según tu opinión, ¿qué cosas concretas debería tener «resultas» una persona para «estar en condiciones de» convivir o formar una familia con otra?

3) ¿Qué pensás de la afirmación sostenida por el autor del fragmento en relación a que el amor “sólo se «fortalece» en el juego, cuando se aleja de la seriedad de la vida cotidiana”?

4) Elige la afirmación que te resulte más significativa del fragmento y coméntala.

2 comentarios:

Twinkle dijo...

Me encantó el artículo!!! Gracias por compartir con el resto 😊

Unknown dijo...

El amor visto como tal.