lunes, 9 de abril de 2012

EL FILÓSOFO COMO AGENTE COMPROMETIDO CON LA COMUNIDAD


La Alegoría de la caverna (Fragmento adaptado):

 “— Después de eso -proseguí- compara el ser del hombre respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben de permanecer allí y sólo pueden mirar hacia adelante porque las cadenas les impiden girar la cabeza. Más arriba de la caverna, lejos de los hombres encadenados se halla la luz de un fuego, el cual brilla detrás de ellos. Ahora bien, entre el fuego y los prisioneros hay un camino junto al cual imagínate una pared que pasa de lado a lado.
— Me lo imagino.
— Imagínate ahora que del lado de la pared opuesto al que se encuentran los prisioneros, pasan hombres que llevan sobre sus cabezas toda clase de utensilios y figurillas propias del mundo humano y del de los animales; entre los que pasan unos hablan y otros callan.
— Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
 — Pero en alguna medida esos prisioneros son como nosotros pues, en primer lugar, ¿qué crees que han visto durante toda su vida sino las sombras de las figuras llevadas por los hombres y que han sido proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
— Claro, pues  están forzados a no mover las cabezas en toda su vida.
—Ahora, si los prisioneros dialogaran entre sí, ¿no te parece que creerían estar nombrando  ‘objetos reales’ cuando hablan de las sombras que se proyectan delante de ellos?
— Necesariamente.
— ¿Y te parece entonces que los prisioneros tendrían por ‘realidad’ solamente a las sombras de los objetos artificiales transportados?
— Es de toda necesidad que así sea.
— Examina ahora el caso de que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse y a girar el cuello y a marchar hacia fuera de la caverna; al hacer todo esto, seguramente el prisionero sufrirá a causa del encandilamiento y será incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes proyectadas sobre la pared interior de la caverna. ¿Qué piensas que respondería el prisionero si se le dijese que lo que había visto antes eran sólo sombras y que ahora, en cambio, está observando lo real? Y si luego se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado de la pared y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?
— Es sumamente probable que aún siguiese pensando que las cosas que vio antes son mucho más verdaderas.
— Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que estas son realmente más claras que las que se le muestran?
— Así es.
— Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?
— Es verdad que ello ocurriría, al menos inmediatamente.
—En definitiva, preciso es afirmar que el prisionero necesitaría acostumbrarse, acostumbrar su visión a la contemplación de las cosas reales que están por encima de la caverna. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol. Finalmente, según pienso, podría percibir el sol y contemplarlo como es en sí. Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.
— Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
—Y si se acordara de su primera morada en la caverna, y si reflexionara sobre el tipo de vida existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que sentiría pena por sus antiguos compañeros?
— Por cierto que así sería.
— Respecto de los honores y recompensas que otorgaban mutuamente los prisioneros  a todo aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás de la pared, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que sombra iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de regresar a su antigua vida y envidiaría a los más destacados de entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de vida?
— Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida de puras sombras.
— Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol? Y asimismo, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si por amor a ellos intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían si pudieran tenerlo entre sus manos?
— Seguramente.
— Pues bien, debemos aplicar íntegramente esta alegoría a lo que anteriormente hemos dicho, y hemos de comparar la región que a nosotros se nos manifiesta ahora por medio de la vista con la caverna y prisión, y hemos de comparar a la luz del fuego que hay en ella con el poder lumínico de nuestro sol. Asimismo, compara el ascenso del prisionero y su posterior contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito en el que se comprenden con la luz de la inteligencia las verdaderas ideas de las cosas. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que se ve al final, y con dificultad, es la Idea de Bien. Una vez percibida ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.”

Platón, La República, Libro VII.


Para pensar, debatir en por grupos, y responder por escrito en las carpetas:

1.      ¿Cuál es, según tu opinión, la enseñanza fundamental que pretende compartirnos la Alegoría platónica?

2.      ¿Es posible que hoy también existan ciertas «cadenas» que nos impidan ver la realidad en sus aspectos más importantes? ¿cuáles serían dichos “grillos aprisionadores del  alma”?

3.      Platón postulaba que la idea de Bien era como una especie de Sol que regía y otorgaba vida al resto de las cosas. ¿Hay en nuestra cultura alguna idea, o cosa, a la que se le otorgue una importancia semejante?

4.      ¿Tiene el antiguo prisionero obligación de volver a la caverna e intentar rescatar a sus antiguos compañeros aunque ello le cueste la vida? (Justifica tu respuesta).

 
Platón: Breve reseña biográfica

 
1.      Platón nació en el seno de una familia noble el día 7 del mes de Mayo del año 428 o 429. Sospechosamente, su fecha de nacimiento coincide con la fecha que el calendario religioso de Atenas atribuía al nacimiento del dios Apolo. El verdadero nombre de Platón fue ‘Aristocles’; su profesor de gimnasia lo apodó Platón, que significa ‘de espaldas anchas’, en razón de su aspecto físico.

2.      Antes de unirse al círculo de los discípulos de Sócrates Platón, fue discípulo de un filósofo llamado Críticas, seguidor del pensamiento de Heráclito. No obstante, Sócrates tuvo una influencia determinante en la formación del pensamiento de Platón.

3.      Después de la condena y posterior asesinato de Sócrates acaecida en el año 399, Platón emprendió un largo que lo condujo primero por Egipto y luego hacia el sur de Italia. Las creencias de dichas culturas –especialmente el encuentro con los pitagóricos‒ influyeron notablemente en la posterior elaboración de su pensamiento filosófico.

4.      El círculo pitagórico era dominante en la ciudad itálica de Tarento, en la cual, por influencia de dicha escuela, se estableció una forma de gobierno que intentó conjugar el ideal político con el filosófico.

5.      Conmovido por dichos ideales filosófico-políticos Platón entabló amistad con el Rey tirano de la ciudad de Siracusa llamado Dionisio I con el propósito de instaurar allí un gobierno ‘filosófico’. Como era de esperar, el proyecto político de Platón contrarió rápidamente los mezquinos intereses del tirano quien tomó prisionero a Platón y lo ofreció para ser vendido como esclavo. De milagro, cuando estaba a punto de ser subastado fue reconocido por un comerciante de la ciudad de Cirene quien lo rescató y lo ayudó a regresar a Atenas (aprox. 385).

6.      Al regresar a Atenas, Platón compró unos terrenos que estaban dedicados al héroe Académo y allí fundó su Escuela filosófica a la que dio el nombre de “Academia”. Platón fundó su comunidad filosófica inspirándose en su experiencia de las escuelas pitagóricas. En este sentido, hay que decir que la comunidad tenía una marcada vertiente religiosa, la cual, generalmente no se fue tenida en cuenta por los historiadores de la filosofía. Legalmente, la comunidad estaba registrada como una comunidad cultual dedicada a las ‘musas’.

7.      En el año 367 a.C muere Dionisio y Platón es invitado por su sucesor a regresar a Siracusa. El intento de hacer del nuevo tirano un gobernador-filósofo fracasó nuevamente y poco faltó para que Platón quedase prisionero permanentemente en dicha ciudad.

8.      Luego de este segundo fracaso en su intento de hacer realidad sus ideales políticos de un gobierno ejercido por los más virtuosos en favor del ‘bien común’, Platón regresó a Atenas y continuó hasta su muerte (aprox. 348-347) enseñando en su escuela.

9.      “Alegoría” significa literalmente ‘decir las cosas de otra manera’ con el propósito de dar a entender una cosa expresando otra diferente. En contraposición al mito, que procede de una cierta tradición popular inmemorial y en su relato siempre intervienen personajes mitológicos tales como dioses y héroes, la ‘alegoría’ es inventada por el que la narra ni se entremezclan en el relato nombres que tengan cabida en mitología alguna.

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