lunes, 30 de agosto de 2010

EL HOMBRE DI- VERTIDO (arrojado fuera de sí)



El Hombre «di-vertido» (arrojado fuera de sí)

Actividades:


I) Teniendo en cuenta tu propia experiencia, responde por escrito a los siguientes cuestionamientos:

a) ¿Qué se pretende decir cuando se afirma que alguien tiene una profunda «vida interior»?

b) ¿Cuáles pueden ser los «motivos» por los que muchos seres humanos –consciente o inconscientemente– se alejan esta forma de vida?

c) ¿Qué cosas «concretas» debería hacer un joven que desee «cultivar» su vida interior?


II) Destaca las ideas principales del siguiente fragmento.



LA FALTA DE INTERIORIDAD (Fragmento adaptado)

Lo primero que advertimos en el hombre de nuestro tiempo es su escasa interioridad, una insuficiencia de vida interior que, paradójicamente, puede ir unida con un marcado subjetivismo. Al decir interioridad, nos estamos refiriendo a aquel fondo recóndito del alma que es el afectado cuando decimos que algo se nos ha entrañado en el corazón, que algo nos ha impresionado, conmovido o sobrecogido, como suele acontecer al tratarse de algo que se refiere a la admiración, el amor, la adoración, la emoción artística o el asombro metafísico. Todas estas son vivencias que afectan nuestra interioridad. En los momentos en que acontecen, tenemos la impresión de que vivimos intensamente, en el sentido de profundidad, no de extensión. Pues bien, como lo señala el filósofo italiano Sciacca, el hombre de hoy vive más "exteriormente" que "interiormente". Recuerda todas sus compromisos, menos las que tiene consigo mismo. Dominado por las vicisitudes de la vida, zarandeado en su vorágine, ha perdido la capacidad de recogimiento y de concentración. La meditación y el silencio, que constituyen algo así como el marco de la vida interior, le son totalmente extraños. A lo largo del día se vuelca fuera de sí mismo, y a la noche se encuentra vacío. "Nosotros vivimos fuera de nuestra interioridad: no interiorizamos nuestra vida práctica, exteriorizamos nuestra conciencia; no recuperamos el mundo dentro de nosotros, nos perdemos y dispersamos a nosotros mismos en el mundo. Reflejamos la superficie de las cosas en lugar de reflejar sobre las cosas la profundidad de nuestro espíritu". No en vano escribió Thomas Merton que el hombre ha perdido "la capacidad de estar a solas consigo". Ya Pascal se había referido a esta "huida de sí mismo". No se trata de algo meramente fáctico, de un fenómeno pasajero. Tal tesitura ha llegado a constituir un «modo de ser», un estilo de vida, el de la "diversión", palabra que proviene del latín di-vertere, orientarse hacia otro lado, vertirse, derramarse hacia fuera. Se ha llegado a decir que nuestra cultura es, en buena parte, una cultura de la evasión. Nunca como en la actualidad el hombre ha dispuesto de medios tan numerosos y tan eficaces para descartar todo lo que pueda poner en cuestión dicha actitud, todo lo que pueda perturbar el goce de la evasión, todo lo que pueda poner sobre el tapete de su alma el misterio de la existencia. En virtud de las ocupaciones que los acaparan, de los entretenimientos, los espectáculos, el deporte, los viajes, nuestros contemporáneos pueden vivir casi permanentemente "fuera de sí mismos", y por tanto, al margen del transfondo de su existencia. La máxima de Fausto, Am Anfang war die Tat, es ciertamente la que mejor conviene al hombre moderno, desertor de la contemplación. Ya no es más "en el principio era el verbo", sino "en el principio era la acción". Marcel de Corte ha observado en el hombre actual una clara tendencia a identificar su ser con sus funciones, lo que trae consigo, juntamente con una desmesurada actividad exterior, una lamentable pérdida de energía interior, una incapacidad de vivir en sí mismo, de habitarse, de ahondar en la propia interioridad, abocándose con la totalidad de su ser a las sucesivas y numerosas actividades por las que entra en comunicación con el mundo exterior. El hombre se percibe como un conglomerado de funciones: función biológica, función sexual, función social, función política..., como si no tuviera una naturaleza humana, un ser profundo, con arraigos esenciales en Dios y en los demás. De la superficie de su ser sólo emerge un «yo periférico», identificado a tal o cual función, vuelto siempre hacia el inmenso desierto del exterior. A esta "funcionalización" del hombre se une el «ritmo» de su vida, cada vez más vertiginoso, así como la velocidad de los movimientos y de los traslados en general. Todo ello le dificulta acoger el mundo en el recinto de su interioridad. El viajero de antaño podía entregarse a la contemplación del paisaje, que sólo comienza a develar sus secretos a quien consiente en «demorarse» frente a él. La contemplación reposada, serena y acogedora, que hace posible la comunión con el entorno, ha quedado exiliada por lo que Ortega llamó "el culto a la pura velocidad". La celeridad vertiginosa «trivializa» la capacidad de reflexión, al rebasar el ritmo vital que las impresiones recibidas necesitan para entrañarse, para dar cabida a una maduración en la intimidad. Pero dicho ritmo no se limita a los traslados de un lugar a otro, sino que se extiende a todo lo que vemos, oímos y leemos. El mismo escenario que se despliega cuando recorremos un país en tren o en auto, y vemos pasar ante nosotros, en impresionante rapidez, la imagen de un pueblo, de un cerro, de un río, uno tras otro, sin solución de continuidad, se reitera en la radio cuando la noticia de un desastre es interrumpida súbitamente por avisos comerciales, antes de haber tenido siquiera tiempo de penetrar en el corazón del oyente y de encontrar allí la resonancia adecuada. Vemos, oímos, leemos..., con excesiva celeridad. Es cierto que hoy se lee muy poco, o mejor, se lee, sí, pero casi exclusivamente revistas sensacionalistas, que fomentan la curiosidad y van troquelando el tipo del lector atropellado. Algo semejante sucede en el trabajo cotidiano. Nuestras actividades se limitan a despachar los asuntos lo antes posible. La vida entera va tomando el carácter de trámite y expediente, lo cual contribuye, evidentemente, a una creciente desinteriorización. Lo que predomina es el culto de la cantidad, de la extensión, la avidez de noticias, de novedades, sobre todo de las últimas novedades. A este respecto ha escrito Philipp Lersch: "El hombre moderno, montado en el engranaje de la organización racionalizada de la vida, vive cuantitativamente, no cualitativamente; mide los contenidos de sus vidas por masas y extensiones expresables en números, no por profundidades en las que el hombre se siente tocado y que están más allá de lo mensurable. Este culto de la cantidad acarrea forzosamente la desinteriorización del hombre. En efecto, todo lo cuantitativo es algo externo; la voluntad orientada hacia lo cuantitativo, que es en definitiva voluntad de dominio, sigue un camino diametralmente opuesto al de la interioridad. En el culto de la cantidad, el hombre se extra-vierte y derrama sobre la amplitud del mundo en vez de traer inmediatamente el mundo a lo hondo de su propia interioridad"

Alfredo Sáenz

III) Responde por escrito en tu carpeta:
  • ¿De qué manera podría vincularse, con la actual «vida escolar», la siguiente oración extraída del fragmento precedente? 

…“Algo semejante sucede en el trabajo cotidiano. Nuestras actividades se limitan a despachar los asuntos lo antes posible. La vida entera va tomando el carácter de trámite”.

martes, 24 de agosto de 2010

¿Qué es el hombre que somos nosostros mismos?


Trabajo Práctico unidad de Antropología (Introducción)

I) a) Lee detenidamente los siguientes cuestionamientos vinculados al ser propio del hombre. b) Discute con tu compañero sobre cuáles son, según la opinión personal de cada uno, las dos preguntas de mayor importancia. c) ¿Qué respuesta darías a esos interrogantes? –Responde individualmente y por escrito ambas preguntas elegidas (Recuerda, en cada caso, exponer lo mejor que te sea posible en qué cosas concretas –ideas, percepciones personales, creencias religiosas, etc. – fundamentas tu pensamiento sobre el tema.

1.      ¿Es el hombre «esencialmente diferente» del resto de los seres vivos presentes en el planeta?
2.      ¿Es el hombre sólo un «animal más evolucionado»?
3.      ¿Es el hombre «más importante» que las demás criaturas?
4.      ¿Qué cosas concretas nos «distinguen» del resto de los animales?
5.      ¿Es la muerte el «fin absoluto» de la existencia humana?
6.      ¿Tiene la existencia humana algún «sentido»? ¿Fuimos –como especie– llamados a la vida «por algún motivo»?
7.      ¿Tenemos, individualmente, un «destino» que cumplir en esta vida?
8.      Si existe un «destino» que debemos cumplir ¿somos «libres» frente a la posibilidad de no cumplirlo?
9.      ¿Consideras que el «verdadero sentido» de la vida humana es que «nada tiene un sentido» sino que todo es más bien producto del azar?
10.  De existir Dios, ¿podría Él decirle algo al hombre sobre su ser y su destino?
II) a) Realiza una lectura crítica de los siguientes fragmentos. b) Responde individualmente –y por escrito– a los interrogantes abajo propuestos.

Fragmento 1:

“El hombre es el único ser que no sólo es tal como él se piensa, sino tal como él se quiere, y como se piensa después de estar arrojado a la existencia, como se quiere después de este impulso que lo mueve hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Esto es lo que se llama la subjetividad. Pero ¿qué queremos decir con esto sino que el hombre tiene una dignidad mayor que la piedra o la mesa? Porque queremos decir que el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir que él mismo se construye, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir. El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor; nada existe en el hombre previamente a este proyecto que él mismo se construye; nada hay en el cielo dictaminado para el hombre, y el hombre será ante todo lo que habrá proyectado ser.”

Jean Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo.

Fragmento II:

(Las siguientes palabra fueron dirigidas por el mayordomo de una gran mansión a la ama de llaves de la casa)

“Por duro que parezca, la realidad para la gente como usted o como yo consiste en que no tenemos más opción que dejar nuestro destino en manos de esos grandes personajes que guían el mundo y que contratan nuestros servicios…
Hace unos pocos minutos, después de que encendieran las luces, me he vuelto a observar más de cerca esta multitud que reía y conversaba largamente frente a  mí… Como es natural, al principio he pensado que era un grupo de amigos que habían salido a dar un paseo. Pero al escuchar sus conversaciones he comprobado que no se conocían y que simplemente habían coincidido aquí.  Por lo visto, se han parado un momento al encenderse las luces, y después se han puesto a hablar entre ellos. Ahora, mientras los observo, se ríen. Resulta curioso que la gente pueda congeniar con tanta rapidez. Quizá lo único que une a esas personas poderosas sea la ilusión por la noche ‘divertida’ que les espera, aunque, francamente, me pregunto si el hecho de que estén ahora juntos no se debe más que a su capacidad para gastarse bromas. Ahora que percibo lo que dicen, no oigo más que chistes. Supongo que así actúa mucha gente (…) Después de todo, y pensándolo bien, no puede ser un pensamiento tan estúpido, especialmente si resulta cierto que el gastar bromas es la clave del calor humano”


  • Fragmento extraído de una escena de la película “Lo que queda del día”, dirigida por James Ivory (1993), protagonizada por Anthony Hopkins y Emma Thompson.  


a) ¿Cómo explicarías la afirmación sartriana de que el hombre «es lo que se hace»? 

b) ¿Qué significa la convicción de que el hombre «es, ante todo, un proyecto»?

c) En la escena propuesta arriba el mayordomo dice a la ama de llaves las siguientes palabras:

“Por duro que parezca, la realidad para la gente como usted o como yo consiste en que no tenemos más opción que dejar nuestro destino en manos de esos grandes personajes que guían el mundo y que contratan nuestros servicios”.

Es claro que resulta imposible conjugar dichas palabras con la idea sartriana de que “el hombre será –ante todo– lo que habrá proyectado ser”.

Ahora bien, ¿cuál de los dos fragmentos –según tu opinión– se aproxima más a la verdad? (justifica tu respuesta).

d) ¿Cómo han ‘proyectado’ su existencia las personas que describe el mayordomo?

e) ¿Qué pretende decir el mayordomo cuando sostiene que "El gastar bromas es la clave del calor humano"?  

martes, 17 de agosto de 2010

LA VIRTUD DE LA FORTALEZA... Trabajo Práctico para su posterior discusión áulica


Trabajo Práctico/ La virtud de la Fortaleza

Actividades:

I) Lee detenidamente lo afirmado en los siguientes puntos y luego responde:

  •   ¿Con cuál –o cuáles– de las «virtudes cardinales» asociarías el modo de ser propio de quien realizara las siguientes acciones?

1)      El que jamás tiene miedo de pelearse con otro.

2)      El que no oculta a sus padres que le fue mal en el cole porque no estudió.

3)      El que es capaz de hacer las cosas más arriesgadas con el skate o la moto.

4)      Los que se arriesgan por pasarle el resultado de la pregunta dos a una amigo en el examen.

5)      Los que ocultan alguna cosa a sus padres por “cubrir” a sus hermanos mayores.

6)      Los que no se ponen contentos cuando algún familiar les dice que ganó mucho dinero haciendo un “gran” negocio.

7)      El que se opone a abiertamente a que alguien diga una mentira sobre algún compañero.

8)      El que se atreve a decir que en realidad el gol no fue válido porque lo metió sin querer con la mano.

9)      La que le reprocha a la amiga que hace mal en mirar así al novio de otra compañera.

10)  Las que se niegan a tener relaciones con su novio por «creencias religiosas».


II) Destaca las ideas principales del fragmento:

El poder del mal:
“Cuando oigo que un barco necesita héroes por marineros, me pregunto si no estará viejo y podrido”.
Bertolt Brecht tiene razón al observar esto, aunque probablemente no sospechaba, cuando lo hizo, que ya Agustín había dicho algo muy parecido 1500 años atrás en su tratado De Civitate Dei:
«La fortaleza es testigo de la existencia y el poder del mal en el mundo».
Expresándolo de otro modo: puesto que lo justo y lo bueno no se imponen de por sí, sin que intervenga y se comprometa la persona misma, la fortaleza forma parte de los elementos integrantes del hombre cabal. Es una «ilusión» creer que uno podría actuar siempre de manera justa sin tener que, al menos en algunas ocasiones, arriesgar algo: el bienestar inmediato, la tranquilidad de la rutina diaria, los propios bienes materiales, la estima de los demás; y quizá también, en los casos más extremos, la libertad, la salud o la vida. Aparecen ya aquí claros algunos puntos esenciales. Par ejemplo, como lo formula Tomás de Aquino, que «lo valioso de la fortaleza es su esencial dependencia de la justicia»; es decir, que “quien conscientemente milita en el bando de la injusticia no puede ser «fuerte» o valeroso en sentido autentico. De aquí que, hablar por ejemplo de la “fortaleza del criminal” es un concepto absurdo. En segundo lugar, queda claro (al menos así lo espero) que la simple «impetuosidad», el «arrojo», la «temeridad», la «intrepidez», el «espíritu combativo», etc. son algo distinto de la fortaleza entendida como virtud cardinal y perteneciente, según explicábamos, a la integridad del hombre en cuanto tal. Las imágenes de audaces ascensiones alpinas o peligrosos saltos de esquí nada nos aclaran sobre la verdadera esencia de la virtud de la fortaleza, por mucho que la televisión se esfuerce a veces en hacérnoslas ver a través de ese prisma. ¿En qué forma puede entonces exigírsenos esta virtud?, ¿cómo reclamársela al hombre común, o sea a todos los seres humanos sin excepción? El acto de la fortaleza es generalmente poco vistoso; ser fuerte significa oponerse a la injusticia desde una postura inicial empíricamente más débil y sobrellevar con entereza los inconvenientes que ello implica, ya se trate de la irrisión pública o de un aislamiento y desprecio totales. Precisamente en esta última prueba del fuerte no suele haber –a los ojos del mundo contemporáneo– nada espectacularmente triunfal; y cuando se habla de audacia, valentía o riesgo es casi seguro que no se da una situación de genuina fortaleza.
Cualquier programa televisivo en el que abiertamente se exhiben los más irrespetuosos desórdenes sexuales no entrañan hoy, a decir verdad, el más mínimo riesgo para quien los promueve. Mucho más arriesgado y peligroso seria decir públicamente que la pureza sexual pertenece a la integridad del hombre. La figura simbólica de la fortaleza no es la del «triunfador exitoso» que posa para las cámaras, sino la del silencioso mártir que, sin salir en los medios, arriesga su vida por defender la verdad; el fuerte sólo aparece como tal luego del sacrificio; en el acto de su prueba suprema se le ve, por el contrario, como derrotado, puesto en ridículo, dejado solo y, sobre todo, reducido al silencio. Por eso los antiguos decían que el acto de la fortaleza no es el ataque, sino la «resistencia» y la «firmeza». Lo cual, no es otra cosa que el tener la valentía de «arriesgarse por la verdad» en un mundo humano que, por su propia dinámica interna, no es habitual que el orden y la justicia por sí mismos se establezcan.
Fragmento adaptado del libro Las Virtudes fundamentales, de Josef Pieper.

III) Teniendo en cuenta lo aprendido a partir del fragmento, considera nuevamente el modo en que resolviste el punto I y juzga tus respuestas a la luz de los nuevos conocimientos: ¿cambiarías en algo lo respondido anteriormente? (Justifica).

martes, 10 de agosto de 2010

El camino de la Felicidad en Bertrand Russell


Trabajo Práctico para su posterior discusión áulica

I) ¿Qué sostiene el autor en relación a la vinculación entre la «felicidad» y las «teorías sobre cómo se debe vivir»? ¿Podría sostenerse que hay en Russell una «implícita contradicción» en este punto? (justifica tu respuesta). ¿Cómo entiendes la distinción dada entre «felicidad» y «beatitud»?

II) ¿Qué concepción del hombre asume el filósofo? ¿Conoces alguna manera de entender al ser humano que sea radicalmente opuesta?

III) ¿Qué cosas propias del modo contemporáneo de vivir son para Russell incompatibles con la felicidad? Y en contraposición, ¿qué cosas son necesarias para alcanzar la dicha?

IV) ¿Cuál es, según tu opinión, la idea más valiosa que Russell propone?

Fragmento:

“Durante dos mil años, los más serios de los moralistas han tenido la costumbre de «desacreditar» la felicidad como algo degradante y sin valor. Los estoicos, durante siglos, atacaron a Epicuro, que predicaba la felicidad; decían que su filosofía era una filosofía de cerdos, y demostraban su virtud superior inventando mentiras escandalosas sobre él. Uno de ellos, Cleanto, quiso perseguir a Aristarco por defender el sistema astronómico de Copérnico; otro,  Marco Aurelio, persiguió a los cristianos; uno de los más famosos, Seneca, apoyo las abominaciones de Nerón, amasó una inmensa fortuna y prestó dinero a Boadicea a un tanto por ciento tan exorbitante de interés que la obligo a lanzarse a la rebelión. Todos esos “sabios” despreciaron la felicidad, como hizo su imitador británico, Carlyle, que no se canso nunca de decirnos que debemos «renunciar a la felicidad» en aras de la «beatitud». De hecho, la hostilidad hacia la felicidad es, por lo general, hostilidad hacia la felicidad de los demás, y constituye un pretexto elegante para odiar a la raza humana. Incluso cuando un hombre sacrifica sinceramente su propia felicidad, en aras de algo que considera más noble, propende a envidiar a los que gozan de un menor grado de nobleza, y esta envidia hace, con demasiada frecuencia, a los que se creen santos, crueles y destructores. La gente que profesa teorías referentes a como se debería vivir tiende a olvidar las «limitaciones» de la naturaleza. Si su modo de vida implica una restricción constante del instinto, en aras de algún objetivo supremo que usted mismo se ha propuesto, es posible que el objetivo se vaya haciendo cada vez mas fastidioso, debido a los esfuerzos que exige; el instinto, al que se le niegan sus satisfacciones normales, buscara otras, probablemente negativas; el placer, si usted no se permite ninguno en absoluto, se disociara de la corriente principal de su vida y se hará algo superficial y frívolo. Semejante placer no proporciona ninguna felicidad, sino solo una desesperación más profunda. Entre los moralistas, es un lugar común que no se puede alcanzar la felicidad si se la persigue. Esto es verdad únicamente cuando se la persigue injustamente.
Los tahúres en Montecarlo persiguen el dinero y la mayoría de ellos lo que consiguen es perderlo; pero hay otros modos de buscar dinero que, a menudo, tienen éxito. Lo mismo sucede con la felicidad. Si se la persigue por medio de la bebida, es porque uno se olvida de los desagradables efectos de la post-embriaguez. Para la mayoría de la gente, la búsqueda de la felicidad, a no ser que se complemente de diversas maneras, es demasiado abstracta y teórica para ser adecuada como norma personal de vida. Pero creo que, cualquiera que sea la norma personal de vida que se pueda elegir, no debería ser incompatible, excepto en algún raro caso de heroísmo, con la felicidad. Hay muchísimas personas en las que se dan las condiciones materiales para la felicidad, como, por ejemplo, salud y medios económicos suficientes, y que, sin embargo, son profundamente desgraciadas. En casos semejantes, parece que la responsabilidad debería recaer en alguna teoría incorrecta acerca de cómo vivir. En cierto sentido, podemos decir que cualquier teoría que se refiera a cómo se debe vivir es equivocada. Nos imaginamos más alejados de los animales de lo que lo estamos en realidad. Los animales viven de acuerdo con sus instintos y son felices, en la medida en que las condiciones externas son favorables. Si usted tiene un gato, este gozara de la vida si tiene alimento, calorcito y oportunidades para pasar, ocasionalmente, una noche en los tejados. Las necesidades de usted son más complicadas que las de un gato, pero están basadas, aún así, en el instinto. En las sociedades civilizadas, especialmente en las sociedades de habla inglesa, esto se olvida con facilidad. La gente se propone algún objetivo supremo, y reprime todos los instintos que no se encaminen a él. Un hombre de negocios puede estar tan ávido por llegar a ser rico, que sacrifique, a ese fin, su salud y sus afectos personales. Cuando por fin llega a ser rico, el único placer de que puede gozar es el de incitar a otras personas para que imiten su noble ejemplo. Muchas señoras ricas, aunque no hayan sido dotadas por la naturaleza con la facultad de gozar espontáneamente de la literatura o el arte, deciden ser tenidas por cultas y malgastan horas, mortalmente aburridas, para aprender lo que hay que decir acerca de los últimos libros de moda. No se les ocurre pensar que los libros se escriben para proporcionar placer, y no para ofrecer oportunidades a un esnobismo fastidioso. Si usted observa a los hombres y a las mujeres que, en torno suyo, merecen el nombre de felices, comprobará que todos ellos presentan ciertas características comunes. La más importante de ellas es una «actividad» que, la mayoría de las veces, proporciona un placer por sí misma. Las mujeres que experimentan un placer instintivo con sus niños (placer que no experimentan muchas mujeres, especialmente las educadas intelectualmente) pueden obtener este tipo de satisfacción formando una familia. Los artistas, escritores y hombres de ciencia consiguen ser felices de esta forma, si están satisfechos de su obra respectiva. Pero, además de estas, existen muchas otras variantes, más humildes, de esta clase de placer. Muchos hombres que pasan su vida laboriosa en la ciudad consagran sus fines de semana a un trabajo abrumador, voluntario y no remunerado en sus jardines y, a la llegada de la primavera, experimentan todas las alegrías de los creadores de la belleza. Es imposible ser feliz sin tener ninguna actividad; pero, asimismo, es imposible ser feliz si la actividad es excesiva. La actividad resulta agradable cuando está encaminada, con toda evidencia, al fin que se desea y no es contraria, en sí, al instinto. Un perro perseguirá a los conejos, hasta el extremo del agotamiento, y será feliz durante todo el tiempo: pero, si se le pone en un molino sin fin y, después de media hora, se le da una buena comida, no será feliz hasta que consiga la comida, pues hasta entonces no habrá estado dedicado a una actividad natural. Uno de los defectos de nuestro tiempo es que, en la compleja sociedad moderna, pocas de las actividades que es necesario hacer poseen la naturalidad de la caza. Como consecuencia, la mayoría de las personas, en las comunidades técnicamente avanzadas, tienen que buscar su felicidad al margen del trabajo con el que se ganan la vida. Y, si su trabajo es agotador, sus placeres tenderán a ser «pasivos». Contemplar un partido de futbol o ir al cine produce después poca satisfacción y no fomenta, de ninguna manera, los instintos creadores. La satisfacción de los jugadores, que son «activos», es de una especie completamente diferente.
El deseo de ser admirado y el temor al rechazo de los pares llevan a los hombres y a las mujeres (sobre todo a las mujeres) a estilos de conducta que no están dictados por impulsos espontáneos. La persona que es siempre "correcta" es siempre aburrida, o casi siempre. La persecución del éxito social, en forma de prestigio o de poder o de ambos, es el obstáculo más importante para la felicidad en una sociedad de competencia. No niego que el éxito constituya un ingrediente de la felicidad -para algunos, un ingrediente de gran importancia-, pero, por sí solo, no es suficiente para satisfacer a la mayoría de la gente. Se puede ser rico y admirado; pero, si no se tiene amigos, ni intereses, ni placeres superfluos espontáneos, se es un miserable. Vivir para el éxito social es una de las formas de vivir para una teoría, y vivir para una teoría es algo fastidioso y deprimente. Si un hombre, o una mujer, con salud y lo suficiente para comer, quiere ser feliz, le son necesarias dos cosas que, a primera vista, podrían parecer antagónicas. Necesita, primero, una estructura estable construida alrededor de un propósito central y, después, lo que se podría llamar "juego", es decir, lo que se hace meramente porque es divertido y no porque sirva para ninguna finalidad seria. La «estructura estable» debe ser la expresión de objetivos «bastante constantes», como, por ejemplo, los relacionados con la familia o el trabajo. Si la familia se ha convertido en algo constantemente detestado o el trabajo en algo uniformemente tedioso, ya no pueden proporcionar felicidad; pero merece la pena sufrir su disgusto o su tedio ocasionales, si no se experimentan de continuo. Y esa posibilidad de experimentarlos de continuo disminuye, grandemente, si se incrementan las oportunidades para "Jugar". El tema global de la felicidad ha sido tratado, en mi opinión, con demasiada solemnidad. Se ha creído que los hombres no pueden ser felices sin una «teoría de la vida» o de la «religión». Es posible que los que han llegado a ser desgraciados por culpa de una mala teoría necesiten una teoría mejor, que les ayude a reponerse, lo mismo que se necesita un tónico cuando se está enfermo. Pero, en circunstancias normales, un hombre puede estar sano, sin necesidad de tónicos, y ser feliz, sin necesidad de teorías. Lo realmente importante son las cosas sencillas. Si un hombre es feliz con su mujer y sus hijos, tiene éxito en el trabajo, y encuentra un placer en el cambio del día a la noche, de la primavera al otoño, será feliz, sea cual fuere su filosofía. Si, por el contrario, considera a su mujer odiosa, insoportable el ruido que hacen sus hijos y su trabajo como una pesadilla; si durante el día anhela la noche y por la noche suspira por la luz del día, entonces lo que necesita no es una nueva filosofía, sino un nuevo régimen, una nueva esposa, una dieta diferente o mas ejercicio o lo que le sea preciso. El hombre es un animal y su felicidad depende de su fisiología más de lo que le gusta creer. La conclusión es humilde, pero no tengo más remedio que creer en ella. Los hombres de negocios desgraciados incrementarían más su felicidad, estoy convencido de ello, caminando seis millas todos los días, que por medio del cambio de filosofía más radical que se pueda concebir. De paso, digamos que esta era la opinión de Jefferson que, a ese respecto, lamentaba la existencia de los caballos. Si hubiera podido prever el automóvil, se hubiera quedado sin habla”.

Russell, Bertrand. Antología, ed. S. XXI

jueves, 5 de agosto de 2010

LA VIRTUD DE LA COMPRENSIÓN... Reflexión a cargo del Filósofo y Pedagogo David Isaacs

Para Tomarse la vida con Filosofía III: MI APOLOGIA, por Woody Allen.


MI APOLOGIA, por Woody Allen.
 De todos los hombres célebres que han existido, el que más me ha­bría gustado ser es Sócrates. Y no sólo porque fue un gran pensador, pues a mí también se me reconocen varias intuiciones razonablemente profundas, si bien las mías giran invariablemente en torno a una aza­fata de la aviación sueca y unas esposas. No, lo que más me atrae de este sabio entre los sabios de Grecia es su valor ante la muerte. No quiso renunciar a sus principios, sino que prefirió dar su vida para demostrarlos. Personalmente, la idea de morir me asusta, y cualquier ruido inconveniente, tal como el escape de un automóvil, me sobresalta hasta el punto de echarme en los brazos de la persona con la que estoy conversando. Al final, la valerosa muerte de Sócrates confirió a su vida auténtico significado, algo de lo que mi existencia carece totalmente, aunque posea una mínima pertinencia para el departamento de impuestos sobre la Renta. Confieso que muchas veces he querido ponerme en lugar del insigne filósofo, y en todas ellas me he quedado inmediatamente traspuesto y he tenido el siguiente sueño.
(La escena transcurre en mi celda. Acostumbro a estar sentado y solo, resolviendo algún intrincado problema de pensamiento racional, por ejemplo: ¿Podemos considerar un objeto como una obra de arte si sirve también para limpiar la estufa? En este preciso momento me visitan Agatón y Simmias)
Agatón: Ah, mi buen amigo y viejo sabio, ¿qué tal discurren tus días de confinamiento?
Allen: ¿Qué cabe decir del confinamiento, Agatón? Sólo el cuerpo puede ser sujeto a límites. Mi mente vaga con toda libertad, sin que estas cuatro paredes le pongan traba. Así que en verdad puedo preguntar ¿existe el confinamiento?
Agatón: Ya, pero ¿Y qué ocurre si quieres dar un paseo?
Allen: Buena observación, No podría.
(Los tres permanecemos inmóviles en actitudes clásicas, casi como en un friso. Final-mente Agatón toma la palabra)
Agatón: Me temo que traigo malas noticias. Te han condenado a muerte.
Allen: Ah, me entristece ser causa de controversia en el senado.
Agatón: De controversia, nada. Unanimidad.
Allen: ¿De veras?
Agatón: En la primera votación.
Allen: Vaya, esperaba un poco más de apoyo.
Simmias: El senado está furioso con tus ideas sobre un Estado utópico.
Allen: Sospecho que no debí sugerir que eligieran a un filósofo-rey.
Simmias: Sobre todo cuando, carraspeando, te señalabas a ti mismo.
Allen: Aun así no consideraré malvados a mis verdugos.
Agatón: Ni yo tampoco.
Allen: Ejem, sí, bueno... ¿Qué es el mal sino, sencillamente, el bien hecho con exceso?
Agatón: ¿Cómo puede ser?
Allen: Míralo de esta manera. Si un hombre entona una bonita canción, nos resulta grata al oído. Si la canta una y otra vez te producirá jaqueca.
Agatón: Cierto.
Allen: Y si no cesa nunca de cantar, llegará un momento en que querrás estrangularle con un calcetín.
Agatón: Sí, muy cierto.
Allen: ¿Cuándo ha de cumplirse la sentencia?
Agatón: ¿Qué hora es ahora?
Allen: ¿¡Hoy!?
Agatón: Es que necesitan la celda.
Allen: ¡Bien, pues que así sea! Dejemos que me quiten la vida. Que quede escrito que muero antes de renunciar a los principios de la verdad y la libertad de pensamiento. No llores, Agatón.
Agatón: No lloro. Es alegría.
Allen: Para el hombre sabio, la muerte no es un fin sino un principio.
Simmias: ¿Por qué?
Allen: Bueno, deja que lo piense un momento.
Simmias: Tómate el tiempo que necesites.
Allen: ¿No es cierto, Simmias, que el hombre no existe antes de haber nacido?
Simmias: Muy cierto.
Allen: ¿Ni existe después de haber muerto?
Simmias: Sí, estoy de acuerdo.
Allen: Hmmm.
Simmias: ¿Y bien?
Allen: Espera un momento, caramba. Me siento perplejo. Ya sabes que me dan únicamente cordero para comer y que nunca está bien asado.
Simmias: La mayoría de los hombres contemplan la muerte como el fin de todo. Y en consecuencia la temen.
Allen: La muerte es un estado de no-ser. Lo que no es, no existe. Y sin embargo no existe la muerte. Sólo la verdad existe. La verdad y la belleza. Son intercambiables, y también aspectos de sí mismos. Ejem, ¿dijeron en concreto qué proyectos tenían conmi­go?
Agatón: Cicuta.
Allen: (Desconcertado) ¿Cicuta?
Agatón: ¿Recuerdas aquel líquido negro que agujereó tu mesa de mármol?
Allen: ¡No me digas!
Agatón: Una sola cucharada. Aunque te la darán en un cáliz para que no se derrame nada.
Allen: Me pregunto si dolerá.
Agatón: Dijeron que procurases no hacer una escena. Los demás presos se pondrían nerviosos.
Allen: Hmmm.
Agatón: Les contesté que morirías valerosamente antes que renunciar a tus principios.
Allen: Bien, bien ... Ejem, ¿el concepto ‘destierro’ no se citó nunca en el debate?
Agatón: Desterrar quedó suprimido el año pasado. Requería demasiada bu­rocracia.
Allen: Bueno ... Claro ... (Preocupado y distraído, pero intentando conservar el dominio de sí mismo): Yo, ejem ... así que ejem ... ¿Y qué más hay de nuevo?
Agatón: Oh, me encontré con Isósceles. Tiene una idea estupenda para un nuevo triángulo.
Allen: Bien ... bien ... bien ... (de pronto abandono todo fingimiento): Mira, voy a ser sincero contigo ... ¡No quiero morir! ¡Soy demasiado joven!
Agatón: ¡Pero si es tu gran oportunidad de morir por la verdad!
Allen: No me interpretes mal. Yo sólo vivo para la verdad. Por otra parte, tengo un almuerzo en Esparta la semana que viene, y me molestaría faltar. Me toca pagar a mí. Ya sabéis cómo son esos espartanos, enseguida desenvainan la espada.
Simmias: ¿Se ha vuelto un cobarde el más sabio de nuestros filósofos?
Allen: No soy un cobarde, ni tampoco un héroe. Digamos que estoy más o menos por el medio.
Simmias: Un gusano miedoso.
Allen: Ese es aproximadamente el punto exacto.
Agatón: Pero fuiste tú el que demostró que la muerte no existe.
Allen: Un momento, escúchame ... Claro que he demostrado muchas cosas. Así es como pago el alquiler. Teorías y pequeñas experiencias. Un comentario travieso de vez en cuando. Máximas ocasionales. Es mejor que recoger aceitunas, pero tampoco hay por qué entusiasmarse.
Agatón: Pero tú demostraste muchas veces que el alma es inmortal.
Allen: ¡Y lo es! Pero sobre el papel. Mira, ése es el gran problema de la filosofía... resulta tan poco funcional en cuanto sales de clase ...
Simmias: ¿Y las ‘formas’ eternas? Dijiste que cada cosa existía siempre y siempre existirá.
Allen: Me refería principalmente a los objetos pesados. Una estatua o algo por el estilo. Con las personas es muy diferente.
Agatón: ¿Y todas tus disertaciones acerca de que la muerte es lo mismo que el sueño?
Allen: Así es, pero la diferencia estriba en que cuando estás muerto y alguien grita “¡Todo el mundo en pié, ya es de día!”, cuesta un horror encontrar las zapatillas.
(El verdugo llega con una copa de cicuta. Su rostro se parece mucho al cómico irlandés Spike Mulligan)
Verdugo: Ah ... ya estamos aquí. ¿Quién se ha de beber el veneno?
Agatón: (Señalando hacia mí) Este.
Allen: Caramba, qué copa tan grande. ¿No suelta demasiado humo?
Verdugo: Es normal. Hay que bebérsela toda, porque la mayoría de las veces el veneno está en el fondo.
Allen: (Por regla general aquí mi comportamiento difiere totalmente del de Sócrates y me han advertido ya que suelo gritar en sueños) ¡No ... no beberé! ¡No quiero morir! ¡Socorro! ¡No! ¡Por favor!
(El verdugo me tiende el burbujeante brebaje entre mis abyectas súplicas y todo parece perdido. Entonces el sueño toma un nuevo sesgo, a causa de algún innato instinto de supervivencia,  y aparece el Mensajero)
Mensajero: ¡Quietos todos! ¡El senado ha vuelto a votar! Quedan reti­radas todas las acusaciones contra tí. Tu valía ha sido finalmente reconocida y está decidido que se te debe rendir un ho­menaje.
Allen: ¡Por fin! ¡Por fin! ¡Han vuelto a la razón! ¡Soy un hombre libre! ¡Libre! ¡Y me van a homenajear! De prisa, Agatón y Simmias, preparadme las maletas. Tengo que irme, Paraxíteles querrá comenzar mi busto cuanto antes. Pero antes de partir, os brindo una pequeña parábola.
Simmias: ¡Vaya! Esto sí que ha sido “volver casaca”. ¿Tendrán idea de lo que se traen entre manos?
Allen: Un grupo de hombres habitan en una oscura caverna. No saben que fuera brilla el sol. La única luz que conocen es el titubeante temblor de las velas que llevan para desplazarse.
Agatón: ¿Y de dónde han sacado las velas?
Allen: Bueno, digamos que las tienen y basta.
Agatón: ¿Habitan en una caverna y tienen velas? Suena falso.
Allen: ¿No podéis aceptar mi palabra?
Agatón: Está bien, está bien, pero vayamos al grano.
Alíen: Un buen día, uno de los moradores de la caverna sale y ve el mundo exterior.
Simmias: En toda su claridad.
Allen: Justamente. En toda su claridad.
Agatón: Y cuando intenta contárselo a los demás no lo creen.
Allen: Pues no. No se lo cuenta a los otros
Agatón: ¿Ah, no? ¿Entonces?
Allen: Pues, monta una carnicería. Se casa con una bailarina y muere de hemorragia cerebral a los cuarenta años.-
(Me agarran todos y me obligan a ingerir la cicuta. Por regla general aquí me despierto bañado en sudor y sólo una ración de huevos revueltos y salmón ahumado consigue tranquilizarme)>>.

WOODY ALLEN. (1935) Cineasta y escritor norteamericano. “Mi apología”, aparece en el libro “Cuentos sin plumas”. Tusquets Ediciones. Barcelona. 2001. 8va. edic. Pág. 310. Traducción José Luis Guarner (1988).

LA LÓGICA Y EL HOMBRE... Fragmentos para la discusión áulica


I) La Lógica, ¿sustento de los intelectuales impotentes?

“Qué orgullosa está usted de su lógica. No habla más que de refutaciones lógicas, sus cartas son argumentaciones apretadas, pone usted en ellas unos «por lo tanto» y unos «en consecuencia» que el agrado que podría sentir leyéndolas resulta seriamente perjudicado. Así que, ¡renuncie a la lógica! Nunca hizo dar un paso a nadie. Trate de evitar las contradicciones cuanto sea po­sible, pero si a veces encuentra alguna, no tenga miedo, no muer­den. ¡Hay tantas! Los cinco o seis grandes filósofos que los pro­gramas universitarios me han obligado a estudiar este año, y que eran unas personas estupendas, están llenos de contradicciones. Y no les molestaba en absoluto. Piense que no vivían más que para su sistema y que han podido vivir en paz albergando en sí un pensamiento contradictorio y vacilante, y que algunos como Platón y Descartes tuvieron la existencia más bella del mundo… ¿quién ha descubierto sus contradicciones? Bandadas de pedantes que se arrojaron sobre sus obras. Recuerde que la lógica es el sustento de los intelectuales impotentes. Procure adquirir ideas de otra manera, sin razonamiento. Verá que llegan solas; con­sideramos una imagen con el pensamiento, sentimos de golpe una hinchazón, como una burbuja, y también como si nos indicaran una especie de dirección; casi todo el trabajo está hecho, no queda más que ponerlo en palabras. Pero para encontrarlas hay que renunciar a la lógica, artificio que nos aleja de la verdad. Volveremos a hablar de esto. Pero deje de infligirme argumen­taciones escolásticas”.

Fragmento de una carta dirigida por Jean Paul Sartre a Simone Jolivet.

II) ¿Es el hombre ‘naturalmente’ un ser Lógico?

“Para la Escuela de Platón, las matemáticas  fueron la mejor forma de introducirse a los estudios filosóficos. En cambio, para el Liceo (la Escuela de su discípulo Aristóteles) el estudio de la Lógica constituyó la mejor manera de comenzar a aprender filosofía. Aristóteles llamó a su Lógica con el nombre de ‘analítica’ que significa ‘arte de descomponer’. Aristóteles quería que su Lógica fuese un instrumento que permitiese a los filósofos alcanzar un conocimiento de los objetos reales, pues le importaba sobremanera que lo que el hombre afirmaba con su pensamiento pudiese ‘concordar’ (estar de acuerdo con) lo real. En su opinión, la Lógica debía ser un adecuado instrumento para el conocimiento de la realidad… La Lógica estudia el aspecto ‘formal’ discurso humano en cuanto este es expresión de nuestro pensamiento. El pensamiento encuentra su perfecta expresión en el Juicio o Proposición (Del cual puede predicarse su verdad o falsedad) para llegar a la argumentación (o conexión Lógica de las diferentes Proposiciones) y, de esta manera, llegar al saber propio de la ciencia.
Como se ve, el conocimiento de la Lógica es útil para colaborar en la maduración de la inteligencia. Nuestro estudio de Lógica se fundamenta en la convicción de que el hombre es un ‘ser racional’ y, por consiguiente, una criatura empujada por su misma esencia a razonar o silogizar (pensar mediante la formulación de silogismos). De aquí, se deduce que la Lógica brota naturalmente de la inteligencia humana. El hombre es, por lo tanto, un ser Lógico. La investigación humana no ‘inventa’ la Lógica, solamente descubre las Leyes por medio de las cuales esa Lógica se gobierna.
Por tanto, es necesario distinguir una Lógica Natural y una Lógica artificial o científica. La ‘natural’ es tendencia que todos los hombres tienen a razonar. La ‘científica’ (como arriba afirmamos) quiere descubrir las Leyes por las que esa natural se rige. La Lógica científica no la poseen todos los hombres y sólo se consigue con la investigación y el estudio”.    

Palacios, Alfredo y Alberto “ARISTOTE LES MUESTRA SU JUEGO”.

martes, 3 de agosto de 2010

LA LÓGICA Y EL HOMBRE... Fragmentos para la discusión áulica


I) La Lógica, ¿sustento de los intelectuales impotentes?

“Qué orgullosa está usted de su lógica. No habla más que de refutaciones lógicas, sus cartas son argumentaciones apretadas, pone usted en ellas unos «por lo tanto» y unos «en consecuencia» que el agrado que podría sentir leyéndolas resulta seriamente perjudicado. Así que, ¡renuncie a la lógica! Nunca hizo dar un paso a nadie. Trate de evitar las contradicciones cuanto sea po­sible, pero si a veces encuentra alguna, no tenga miedo, no muer­den. ¡Hay tantas! Los cinco o seis grandes filósofos que los pro­gramas universitarios me han obligado a estudiar este año, y que eran unas personas estupendas, están llenos de contradicciones. Y no les molestaba en absoluto. Piense que no vivían más que para su sistema y que han podido vivir en paz albergando en sí un pensamiento contradictorio y vacilante, y que algunos como Platón y Descartes tuvieron la existencia más bella del mundo… ¿quién ha descubierto sus contradicciones? Bandadas de pedantes que se arrojaron sobre sus obras. Recuerde que la lógica es el sustento de los intelectuales impotentes. Procure adquirir ideas de otra manera, sin razonamiento. Verá que llegan solas; con­sideramos una imagen con el pensamiento, sentimos de golpe una hinchazón, como una burbuja, y también como si nos indicaran una especie de dirección; casi todo el trabajo está hecho, no queda más que ponerlo en palabras. Pero para encontrarlas hay que renunciar a la lógica, artificio que nos aleja de la verdad. Volveremos a hablar de esto. Pero deje de infligirme argumen­taciones escolásticas”.

Fragmento de una carta dirigida por Jean Paul Sartre a Simone Jolivet.

II) ¿Es el hombre ‘naturalmente’ un ser Lógico?

“Para la Escuela de Platón, las matemáticas  fueron la mejor forma de introducirse a los estudios filosóficos. En cambio, para el Liceo (la Escuela de su discípulo Aristóteles) el estudio de la Lógica constituyó la mejor manera de comenzar a aprender filosofía. Aristóteles llamó a su Lógica con el nombre de ‘analítica’ que significa ‘arte de descomponer’. Aristóteles quería que su Lógica fuese un instrumento que permitiese a los filósofos alcanzar un conocimiento de los objetos reales, pues le importaba sobremanera que lo que el hombre afirmaba con su pensamiento pudiese ‘concordar’ (estar de acuerdo con) lo real. En su opinión, la Lógica debía ser un adecuado instrumento para el conocimiento de la realidad… La Lógica estudia el aspecto ‘formal’ discurso humano en cuanto este es expresión de nuestro pensamiento. El pensamiento encuentra su perfecta expresión en el Juicio o Proposición (Del cual puede predicarse su verdad o falsedad) para llegar a la argumentación (o conexión Lógica de las diferentes Proposiciones) y, de esta manera, llegar al saber propio de la ciencia.
Como se ve, el conocimiento de la Lógica es útil para colaborar en la maduración de la inteligencia. Nuestro estudio de Lógica se fundamenta en la convicción de que el hombre es un ‘ser racional’ y, por consiguiente, una criatura empujada por su misma esencia a razonar o silogizar (pensar mediante la formulación de silogismos). De aquí, se deduce que la Lógica brota naturalmente de la inteligencia humana. El hombre es, por lo tanto, un ser Lógico. La investigación humana no ‘inventa’ la Lógica, solamente descubre las Leyes por medio de las cuales esa Lógica se gobierna.
Por tanto, es necesario distinguir una Lógica Natural y una Lógica artificial o científica. La ‘natural’ es tendencia que todos los hombres tienen a razonar. La ‘científica’ (como arriba afirmamos) quiere descubrir las Leyes por las que esa natural se rige. La Lógica científica no la poseen todos los hombres y sólo se consigue con la investigación y el estudio”.    

Palacios, Alfredo y Alberto “ARISTOTE LES MUESTRA SU JUEGO”.