En su obra Utilitarismo dice que la pregunta clave de la ética ha sido desde
sus comienzos la que se refiere al cual es el sumo bien.
De la tradición clásica asume la
convicción de que toda acción tiene un fin, que unos fines próximos se
subordinan a unos remotos, y que esta cadena delfines se justifica por la
existencia de un último fin –el sumo bien–, al cual los otros fines se
subordinan.
Así como toda ciencia se apoya
sobre ciertos principios, la disciplina ética deberá tener los suyos. La
diferencia reside en que las ciencias experimentales comienzan observando la
realidad y, a partir de ella, induce sus principios. En contraposición, la
ética de desarrollarse a partir de unos principios formulados “desde el
comienzo”.
·
El principio
básico que en Mill elige como fundamento de la moral es el de mayor felicidad
Recordemos lo leído en el
fragmento: “las acciones son justas en la
proporción en que tienden a promover la felicidad… se entiende por felicidad el
placer y la ausencia de dolor… las únicas cosas deseables como fines”
Frente a la objeción que sostiene
que “es una vileza” sostener que la vida no tiene un fin más elevado que el
placer el hombre es capaz de placeres más elevados que los de un cerdo puesto
que tiene facultades más elevadas y que, una vez que ha cobrado conciencia de
ellas, no se contentará con menos.
Por lo tanto, Mill sostiene que hay placeres más elevados que otros. pero,
¿cómo pueden jerarquizarse los placeres?
Para John Stuart Mill los placeres
se diferencian en calidad y cantidad. La calidad está determinada por la
facultad humana a la que proporcionan gozo; si esta facultad es de mayor
dignidad su gozo será cualitativamente superior. En cambio, si es de menor
dignidad, éste será cualitativamente inferior. Es preferible menor cantidad de
un placer superior a mayor de uno
inferior.
por ejemplo: si al tener la
posibilidad de elegir entre ir a un banquete en el que habrá comida abundante y
que durará tres horas, e ir a escuchar un concierto de música clásica que durará
una hora y opto por el concierto, entonces habré elegido el placer
cualitativamente superior puesto que la música es placer para el espíritu y el
alimento para el cuerpo.
Es un hecho, que mi elección
dependerá de mi formación y capacidad para apreciar los diversos tipos de
bienes que proporcionan placer.
A propósito de hecho sostiene Mill:
“… es un hecho incuestionable que quienes
tienen un conocimiento igual y una capacidad igual de apreciar y gozar, dan una
marcada preferencia al modo de existencia que emplea sus facultades superiores.
Pocas criaturas humanas consentirán en que se las convierta en alguno de los
animales inferiores…”
Asimismo, un hombre que ha
cultivado más profundamente las facultades más elevadas dispondrá de menos
“oportunidades” para ser feliz y tendrá también más conciencia de aquellos
males que acechan a los hombres; es probable que sienta más remordimientos si
daña a los otros, será más consciente de la muerte que desecha, etc.
El hombre cultivado tiene un
sentido de dignidad que lo lleva a rechazar una existencia de nivel inferior: “es mejor ser Sócrates insatisfecho que un
tonto satisfecho”.
Rechaza la objeción de que ciertas
personas que son capaces de placeres superiores a veces los posponen en favor
de los inferiores porque “se tientan” con estos últimos. Él sostiene que si
eligen de esa manera es porque ya se han incapacitado para disfrutar los
primeros.
La incapacidad para disfrutar de lo
noble puede acaecer debido a influencias negativas propias de un medio poco
propicio para el desarrollo espiritual.
1) Es evidente que la felicidad no puede ser entendida
como una sucesión ininterrumpida de placeres. En realidad la vida feliz siempre se ha pensado como aquella vida en la que
los placeres activos se alternan con los pasivos;
es decir, en la que los momentos de exaltación preceden y suceden a los momentos de tranquilidad.
2) La ética utilitarista no sólo tiene como propósito de la vida
moral la búsqueda de
la felicidad a partir de la consecución del placer, sino también la prevención o mitigación de
los sufrimientos o males. En este sentido, afirma que las personas que se preocupan por otros y por la sociedad
en esta tarea, obtienen cierto “gusto por la vida”. En cambio, las personas egoístas que sólo se preocupan por sí mismas,
van perdiendo el interés por todo lo que les rodea y no le encuentran “sabor a la vida”.
“en un mundo en que hay tanto del
interesante, tanto que gozar, y también tanto que corregir y mejorar, todo el
que posea una moderada cantidad de moral y de requisitos intelectuales es capaz
de una existencia que puede llamarse envidiable”
Según John Stuart Mill, los grandes
males que acechan a
la humanidad son
fundamentalmente tres:
la ignorancia, la enfermedad y la pobreza. Todas estas
causas del sufrimiento pueden
contrarrestarse considerablemente con el esfuerzo humano: los males del mundo son
en su mayoría evitables.
Todo hombre que se
entregue con inteligencia y generosidad al trabajo por remediar estos males obtendrá en esta lucha un
gozo –y por lo
tanto, una felicidad–
que no estará
dispuesto a cambiar
por la satisfacción de un placer
egoísta.
·
la ignorancia: deberá convertirse con la difusión de la educación, la cual no
deberá apuntar sólo lo intelectual
sino también a lo estético
y lo moral.
·
la enfermedad: deberá combatirse con el desarrollo de la medicina y las ciencias
·
la pobreza: deberá combatirse con una legislación que permita proteger a los que
menos tienen y alcanzar una forma de justicia social.
3) El utilitarista reconoce el valor del sacrificio de la
propia felicidad pero sólo ligado a la obtención de la felicidad ajena; recomienda, asimismo, que es preciso que el hombre actúe teniendo en cuenta el desafío de
promover la felicidad general con sus acciones; aunque no condena a aquellos que hacen algo bueno
por otros buscando algún fin que no sea altruista.
4) Según Mill, el utilitarismo no es una posición atea puesto que si Dios quiere sobre todo
la felicidad de sus
criaturas, una moral que impulsa su búsqueda no puede ser contraria a la
religiosidad.
En relación con ello, Mill afirma
que el espíritu de la
ética utilitarista se encuentra expresado en la famosa “regla de oro” predicada
por el propio Jesús: “haz como querrías que hicieran contigo, y ama a tu prójimo
como a ti mismo”. Este es también el ideal de la ética utilitarista y los
medios más apropiados para conseguirlos son los siguientes:
·
Que las leyes sociales coloquen la felicidad de cada individuo en armonía con el interés común.
·
Que la educación, que tanto
poder tiene sobre el carácter, lo use para establecer en la mente de cada individuo una asociación indisoluble entre
la propia felicidad y la mayor felicidad del conjunto, de forma tal que
uno de los motivos habituales de acción de las personas fuera la promoción del
bien general.
Críticas:
·
cuando la felicidad recibe el sentido amplio e
indiferenciado que le da Mill, el mandato “busca la felicidad” se reduce a
“trata de alcanzar lo que deseas”, mandato vacío que no dice nada respecto de
deseos antagónicos.
·
Mill parte de la siguiente convicción:
una persona educada intelectual y moralmente encuentra más placer (felicidad)
en una vida entregada, no a la búsqueda de «placeres egoístas», sino a
contribuir –por medio de su trabajo y compromiso– a aliviar los males (causa de
sufrimiento) presentes en la sociedad.
Quizá sean pocos lo que nieguen el valor o la verdad de dicha convicción “a nivel teórico” pero, “en la
práctica”, la mayoría de las personas no viven de este modo.
Respecto de ello, Mill sostiene que
tanto las leyes como la educación tienen que “inculcar” esta
convicción en las personas; es decir, tienen que estar “diseñadas” de tal
manera que nos ayuden a comprender que nuestra propia felicidad es inseparable
de la mayor felicidad del conjunto.
Ahora bien, esto implica –inevitablemente–
que la sociedad asuma desde su gobierno y sus instituciones una idea
determinada de bien humano lo cual, en “los tiempos que corren” parecería ser
algo inaceptable. En el presente, los individuos –marcados de un profundo
espíritu liberal– ven como
intolerable que desde el estado se “baje línea” respecto de cómo tiene que ser
el hombre; se piensa que los valores y normas son algo propio “del fuero
interno”. Pero resulta que en el interior de las familias los padres “por temor
a coartar la libertad de sus hijos” no les inculcan valores morales, puesto que
consideran que es mejor que ellos los elijan por sí mismos, con lo cual, los
niños y jóvenes se educan a partir de lo que “ven en la televisión” o de aquello
que “predomina en la calle” y eso no suele ser muy instructivo respecto de la
necesidad de buscar la propia felicidad como algo inseparable de la felicidad
común.
2 comentarios:
gracias
QUE MONTON DE BASURA LA CONCHA DE TU MADRE, PEDAZO DE UN ENFERMO, MILL ERA LO MEJOR QUE HABIA EN ESA EPOCA PAPA, #PRAY4MILL PEDAZO DE CANCER COMUNISTA, MAIN YASUO M7 HIJO DE TODA TU PUTA MADRE. AGUANTEEEEEEEEEE LA MERCA
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