miércoles, 30 de mayo de 2012

Introducción a la metodología de las ciencias naturales (continuación)


Problemas metodológicos (3° parte) / Autor: Hernán Miguel

Método Hipotético-deductivo:

Cuando Harvey propuso la existencia de vasos capilares que conectaban las arterias con las venas de modo que la sangre circulaba en un solo senti­do, no estaba generalizando las observaciones previas. No podía hacerlo debido a que los vasos capilares no se veían. Nadie los había observado. De modo que una ley que dijera:

"Todos los individuos poseen vasos capilares que conectan las arterias con las venas"

… no podría ser llamada «afirmación empírica general» ni «ley empírica.

Como los vasos capilares no son observables (no se observan a simple vista. Malpighi confirmó su existencia con el uso de un microscopio en 1661), Harvey tuvo que postular su existencia en vez de mostrarla. Por lo tanto, no podemos decir que el proceso que llevó a Harvey a proponer tal hipótesis fue un método inductivo. Harvey tuvo que realizar un acto creativo, un salto creativo. Tuvo que conjeturar la existencia de una entidad que no era observable (al menos para esa época). Tuvo que postular una «entidad teórica» para su explicación de la circulación sanguínea.

Por esto diremos que existe otro nivel de afirmaciones además de los que hemos mostrado (nivel I: afirmaciones empíricas singulares; nivel II: afirmaciones empíricas generales): el nivel III, cuyas afirmaciones se refieren a alguna entidad teórica. Como estas afirmaciones son generales, son las que expresarán las «leyes teóricas». Si todas las entidades aludidas por la ley son teóricas, diremos que es una ley teórica «pura», y, si la ley contiene términos teóricos (que refieren a entidades teóricas) y también términos observacionales, diremos que es una ley teórica «mixta».
Está claro que no podríamos hacer una generalización de ningún con­junto de observaciones que nos llevara a enunciar una ley teórica. Si la inducción es el proceso de generalizar las observaciones para obtener una ley, esta ley no podrá referirse a ninguna entidad que no estuviera ya con­tenida en las observaciones. De este modo, el método inductivo no puede dar cuenta de la formulación de leyes que aluden a entidades teóricas.
Dejemos para más adelante el análisis que se refiere a cuándo una enti­dad es teórica y cuándo es observable. Lo expresado hasta aquí sugiere que debemos dar otra descripción del modo en que se generan las hipótesis.
A partir de consideraciones como las anteriores, una corriente de la filosofía de las ciencias sostiene que la obtención de leyes, ya sean éstas teóricas o empíricas, involucra un salto creativo.
Sostienen que la formulación de una ley no es la generalización de las observaciones, ya que no se necesita un gran número de observaciones para proponer una hipótesis. De hecho, nada impide que un científico pro­ponga la ley:

"Todos los individuos poseen arterias cuyas secciones disminuyen con la distancia al corazón"

…, después de haber realizado una única obser­vación. No es correcto hablar de inducción en la obtención de la ley a par­tir de un solo caso. Aun así, si el científico generaliza a partir de observa­ciones (o incluso a partir de una observación), esta misma generalización involucra el salto creativo que significa suponer que para infinitos casos ocurrirá lo observado en algunos.
A partir de estos argumentos, existe una corriente que no acepta el método inductivo como explicación del modo en que los científicos llegan a formular sus leyes.
Denominaremos a esta nueva postura «Descripción Hipotético-Deductivista de la Ciencia» para distinguirla de la «Descripción ínductivista de la Ciencia». Aunque la diferencia entre estas posturas se introdujo a partir de un ejemplo de ley teórica, es preciso recordar que ambas corrientes también disienten en la forma de describir la obtención de las leyes empíricas.
Podríamos decir que el proceso de formación de hipótesis según la corriente hipotético-deductivista se esquematiza como sigue:


En síntesis, según la descripción hipotético-deductiva, la formulación de toda ley o conjunto de leyes conlleva un salto creativo por parte del que la formula. Una vez formuladas dichas leyes, se extraerán de ellas por deducción algunas conclusiones o consecuencias que permitan la con­frontación de esas leyes con la experiencia.

El método de contrastación de hipótesis:

Ya sea que las leyes se obtengan por «inducción» o por «salto creativo», lo que de seguro ambas corrientes acordarán es que se deben «poner a prueba» para determinar si estas hipótesis son verdaderas o falsas en el sentido de verse confirmadas por los hechos o no.

Aunque en este aspecto (contexto de justificación) han surgido dife­rencias entre ambas corrientes, recién nos interesaremos por ellas más adelante. Plantearemos en rasgos generales de qué modo pondríamos a prueba una hipótesis y qué resultados esperamos obtener de esta puesta a prueba.
Supongamos que queremos poner a prueba la ley:

"Todos los individuos poseen arterias cuyas secciones disminuyen con la distancia al corazón".

Si esta ley se nos ocurrió a partir de la observación de las arterías de los pacientes 1, 2 y 3, una puesta a prueba de la ley sería fijarnos si se cumple para esos mismos pacientes, lo cual es una condición primordial para que la hipótesis se sostenga. En este sentido decimos que la hipótesis propuesta debe explicar las observaciones ya realizadas. Así la propuesta de la hipótesis se ve restringida por el conjunto de observaciones disponibles. El paso siguiente es la puesta a prueba de la hipótesis confrontándola con algún caso que todavía no ha sido observado. En estas circunstancias la hipótesis, aun cuando haya podido explicar las observaciones anteriores, podría fallar. Esta puesta a prueba consiste entonces en averiguar si las predicciones que se extraen de la hipótesis se cumplen o no.
Si la ley es verdadera y se refiere a todos los casos, entonces también valdrá para el caso del paciente 4, que cumple con las condiciones típicas que cumplían los pacientes 1, 2 y 3.
Con este razonamiento (cuya validez daremos por aceptada) «predeci­mos» que "el paciente 4 tiene arterias cuyas secciones disminuyen según la distancia al corazón".

Hemos deducido un enunciado de observación (de nivel I) a partir de una ley empírica (enunciado de nivel II). A este enunciado de observación que hemos deducido de la ley lo llamaremos «consecuencia observacional» (C.O.).
Ahora se plantean dos posibles resultados. O bien el paciente 4 presen­ta las arterias según lo dice el enunciado anterior (C.O.), o bien presenta otras características que hacen que el enunciado sea falso. Por ejemplo, observamos las arterias del paciente 4 y establecemos que la sección de las arterias permanece constante no importa cuan lejos del corazón se hallen las secciones medidas. En este caso diremos que la consecuencia observa­cional no se cumple o bien que es falsa.
Pero la ley pretendía ser verdadera para todos los casos, de modo que si en uno de los casos no se observa lo que predice la ley, diremos que es falsa. Para ser más exactos, diremos que si una de sus consecuencias observacionales es falsa, entonces- la ley ha sido refutada. Vemos que la refutación de una ley consiste en que una de sus consecuencias observacionales no se cumpla.
Ahora bien, ¿qué podríamos decir si la inspección del paciente 4 con­firmara la consecuencia observacional? ¿Podríamos decir que la ley es verdadera? Lo que es seguro es que a partir de confirmar la consecuencia observacional no hemos refutado la hipótesis, así que las evidencias con que contamos hasta el momento son compatibles con que la ley sea ver­dadera. Sin embargo, como la ley pretende ser aplicable a infinitos casos, no podemos saber si en alguna oportunidad será refutada.
Podremos confirmar muchas de sus consecuencias observacionales y todavía quedará la posibilidad de que, en el futuro, alguna consecuencia observacional indique una refutación. Por este motivo es que no podremos «verificar» una ley (afirmación general) sino que sólo podremos aspirar a obtener una «corroboración» de la misma. Diremos que una hipótesis ha sido «corroborada» cada vez que una de sus consecuencias observacionales se verifique (siempre que no haya sido refutada previamente).

Actividades:

  1. ¿En qué se distinguen las Leyes empíricas de las teóricas? ¿Cuándo se habla de una Ley «mixta»?
  2. ¿Qué limitación concreta posee el método inductivo y cómo puede entonces superarse dicha dificultad?
  3. ¿Cómo se describe entonces el «método hipotético-deductivo»?
  4. ¿Qué es una «consecuencia observacional»?
  5. ¿En qué se distingue la «verificación» de la «corroboración»?
  6. Dadas las siguientes hipótesis: “Todos los estudiantes se comportan adecuadamente en presencia de quienes ven como autoridad dentro de la escuela”; “La mayor parte de los jóvenes que van a la escuela solo estudian para safar”. Deduce al menos 3 consecuencias observacionales de cada una de ellas.       

lunes, 28 de mayo de 2012

Introducción a la metodología de las ciencias naturales (continuación):


Problemas metodológicos (2° parte) / Autor: Hernán Miguel

El contexto de descubrimiento y el contexto de justificación:

Toda práctica científica involucra distintos tipos de actividades de las cuales pueden distinguirse dos ámbitos diferentes:

1)  el ámbito de la «creación» y puesta a «prueba» de una teoría
2) el ámbito de la «aplicación» de las teorías

En el primero de estos ámbitos («creación» y puesta a «prueba» de la teoría) encontramos la actividad que los científicos desarrollan cuando necesitan dar cuenta de algunos fenómenos y generan alguna propuesta explicativa. Cada propuesta se evalúa por sus consecuencias de modo que, al tiempo que se proponen hipótesis, éstas se van poniendo a prueba frente a las nuevas observaciones.
El segundo de los ámbitos («aplicación» de la teoría) da cuenta de cómo se usan las teorías para resolver problemas, ya sean técnicos o problemas que, al ser resueltos, completan la descripción del mundo que esa teoría pretende dar. En este ámbito no se pretende poner a prueba la teoría sino que se cuenta con ella para obtener ciertos resultados técnicos o prácticos.
A su vez, dentro del ámbito de la creación o generación de la teoría, podemos distinguir dos aspectos bien diferenciados:

1) la «propuesta» de la teoría
2) la «puesta a prueba» de la teoría.

A estos dos aspectos se los llama: «contexto del descubrimiento» y «contexto de justificación» respectiva­mente. Como habíamos anticipado, la propuesta de una teoría se puede hacer sobre la base de datos existentes con lo cual la adecuación de la teoría a esos datos es en sí misma una manera de ponerla a prueba inicialmente. Sea de este modo o sea que la teoría es previa a alguna colección de datos, será necesario cotejar la teoría con los datos que se recaben pos­teriormente para confirmarla o bien para corregirla. Es así que los contex­tos de descubrimiento y justificación están enlazados en un juego de ali­mentación mutua: los nuevos datos sirven de base para generar nuevas hipótesis que seguidamente se ponen a prueba dando resultados que a su vez pueden generar la necesidad de nuevas hipótesis.
Pero aunque los contextos de «descubrimiento» y «justificación» se encuentren tan interrelacionados podemos hacer una distinción en el obje­ tivo que se persigue en cada uno de estos dos aspectos.
En el contexto de «descubrimiento» el científico propone hipótesis para explicar algún tipo de fenómeno.
En el de «justificación» se preocupa de ver si esa explicación es adecuada ya que se ajusta a los datos.

Podríamos decir, sin ahondar en detalles, que una teoría científica pre­tende dar explicaciones de ciertos sucesos ocurridos o que tienen lugar frecuentemente, y además predecir acontecimientos que todavía no han ocurrido, de modo de tener una aplicación directa sobre aquello a lo que la teoría se refiere.
Como un ejemplo podemos citar a las teorías económicas. Dichas teorías nos permiten predecir el tipo de efecto que podría tener en las exportaciones la inclusión de cierto impuesto nuevo. Así, las predicciones a partir de las teorías científicas nos permitirían calcular la incidencia en la balanza de pagos de la inclusión de nuevos impuestos y con estos resul­tados podemos decidir la inclusión o no de tales impuestos.
Estas predicciones, junto con todas las que se relacionan con el desarro­llo de las técnicas y la tecnología asociadas a la teoría, son parte del trabajo típico que los científicos realizan en el ámbito de aplicación de la teoría. Sin embargo, lo que nos ocupa en esta sección es la forma en que se llega a con­formar una teoría.
Tal como hemos señalado más arriba, el ámbito de la «creación» o for­mación de la teoría, muestra dos contextos: el «contexto del descubrimien­to» y el «contexto de justificación».

Llamamos «contexto del descubrimien­to» al que se corresponde con la etapa en que los científicos proponen hipótesis que puedan servir para explicar un conjunto de observaciones.

Llamamos, en cambio, «contexto de justificación» al que se corresponde con la tarea de poner a prueba las hipótesis explicativas propuestas en la etapa anterior («contexto de descubrimiento»).

De modo que, en esta etapa, se pretende averiguar si la hipótesis (o grupo de hipótesis) propuesta es confirmada o no por los hechos.

Método inductivo:

Parece razonable comenzar la descripción de la etapa de formación de la teoría (contexto del descubrimiento) mencionando algún conjunto de observaciones que motivó la necesidad de una teoría o hipótesis que lo explique. Es así como al observarse que las venas y las arterias llevaban sangre y que no tenían conexión visible entre ellas, en época de Galeno (siglo II) se propuso que el corazón bombeaba sangre hacia y desde los tejidos.
El conjunto de observaciones puede ser descrito por un conjunto de afirmaciones que relatan las características observadas en cada caso. Una observación, por ejemplo, es la referente al tamaño de las venas y de las arterias de determinado paciente. Si se agrupan varias observaciones del mismo tipo, y se descubre cierta constancia o regularidad en las mismas, como es el caso de que la sección de las arterias en todos los casos obser­vados disminuye según su distancia al corazón, se podría generalizar este resultado enunciando una posible ley:

"Todos los individuos poseen arterias cuyas secciones disminuyen con la distancia al corazón"

Llamaremos a este tipo de proposiciones:

«Afirmaciones empíricas gene­rales»

Utilizando la palabra «empírica» para indicar que la afirmación alude a «cosas observables», como lo son las venas, las arterias, el corazón, la distancia al corazón y las secciones de las venas y de las arterias. Además utilizaremos la palabra «general» para indicar que la afirmación tiene un «alcance general», es decir, se refiere a «todos los casos» posibles.
Como se ve esta hipótesis alude no solamente a los casos observados sino a todos los casos. En realidad se podría referir a infinitos casos.
Algunos de los casos aludidos serán aquellos que fueron registrados y que de alguna manera motivaron la formulación de la hipótesis.
Otros casos a los que alude la hipótesis no han sido observados, y lo que afirma la hipótesis sobre ellos constituye una «predicción».
Así, un conjunto de observaciones previas a toda teoría motivó la for­mulación de una hipótesis sobre cómo funcionaría el sistema circulatorio, de modo que las observaciones hechas hasta el momento quedarán com­pletamente explicadas a partir de esa hipótesis. Es decir que las observa­ciones realizadas pueden deducirse ahora de una ley.
Pero como además esta hipótesis se propone para todos los casos del mismo tipo y no solamente para los casos observados, se está afirmando algo en relación al sistema circulatorio, algo que excede las observaciones hechas hasta el momento. En consecuencia, al formular una hipótesis de tipo general se está afirmando que en todos los casos que se observaron y en todos los que se observen, el sistema circulatorio presentará las carac­terísticas mencionadas en la hipótesis (esto último alude al aspecto predictivo de una hipótesis).
Podríamos decir que, al formular una hipótesis de tipo general, se pasa de:

  • el nivel I de las «afirmaciones empíricas singulares»

al

  • nivel II de las «leyes empíricas».

Hasta aquí parece ser que una manera de obtener las leyes empíricas es generalizar a partir de un grupo de observaciones singulares que muestran cierta regularidad.
Este proceso se ha denominado «método inductivo» y una corriente de la filosofía de la ciencia ha sostenido que éste es el méto­do por el cual los científicos descubren las leyes empíricas. Según esta opinión, la forma en que los científicos obtienen tales leyes es observan­do un fenómeno en varias ocasiones diferentes, descubriendo cierta regu­laridad en tales observaciones y, completando este proceso por medio de una inferencia inductiva, se sugiere que esta regularidad se cumple no sólo para los casos observados sino para todos los casos posibles.
Podríamos decir que el «proceso de inducción» es el proceso de gene­ralizar la regularidad encontrada en un conjunto de observaciones que fueron realizadas dentro de una gran diversidad de condiciones.

En síntesis, según la descripción «inductivista», la formulación de las «leyes empíricas» consiste en encontrar una regularidad dentro del conjunto de las observaciones registradas y formular una generalización que ponga en evidencia esta regularidad. Este paso de las observaciones a las leyes empíricas se llama «inducción».
Luego, a partir de las leyes así obtenidas, se podrán deducir tanto el conjunto de enunciados de observación de que se disponía previamente como nuevos enunciados de observación aún no registrados (en este últi­mo caso es que hablamos de una predicción).

Actividades:

  1. Subraya las ideas principales del fragmento y realiza una síntesis de lo afirmado en el texto.
  2. Busca ejemplos de Leyes empíricas en diversas disciplinas (economía, medicina, sociología, biología, física, química, etc.).
  3. Elige una de ellas e investiga acerca de cuál fue su contexto (histórico) de descubrimiento, de justificación y de aplicación.  

sábado, 26 de mayo de 2012

EL CONOCIMIENTO HUMANO III


X) ORIGEN DEL CONOCIMIENTO:

La pregunta que identifica a este problema puede plantearse así: 

  • ¿cuál es la «fuente» y el «fundamento» del conocimiento? ¿«de dónde proceden» los conocimientos y qué es lo que le da «vali­dez»?
También se pueden ampliar las cuestiones para su adecuada comprención
  • ¿Es el conocimiento producto exclusivo de los sentidos o lo es de la razón? ¿Son ambas facultades en conjunto las que posibilitan el conocer?
Siendo el hombre un ser espiritual y sensible, es lógico que nos interroguemos acerca de la FUENTE del conocimiento: la RAZÓN o la EXPERIENCIA.

EL RACIONALISMO:

El «Racionalismo» sostiene que puede conocerse con ayuda de la sola razón, gracias a la cual se enuncian proposiciones que son «necesarias» (que expresan verdades respecto de cosas que no pueden ser de otra manera) y «universales» (verdades que valen para todos los casos).
Un saber que realmente merezca el nombre de conocimiento tiene que ser necesario y universal. El conocimiento que proporcio­na la experiencia –que es de lo «contingente» y «particular»– no es verdadero conoci­miento. El único conocimiento propiamente dicho es el que provie­ne de la razón por sí sola. Esta razón tiene la capacidad de alcanzar no las apariencias o manifestaciones de la realidad (es decir, los fenómenos de la experiencia sensible) sino la realidad misma, el fondo último de las cosas; de las cosas «tal como son».

René DESCARTES –representante de esta posición gnoseológica– demuestra que solamente a través de la razón se puede conocer la existencia de uno mis­mo, la existencia de Dios y la realidad del mundo que nos rodea. Una forma de conocimiento MATEMÁTICO ha servido de modelo a la interpretación racionalista del conocimiento. Los representantes del racionalismo –DESCARTES, SPINOZA, LEI-BNIZ– proceden de la matemática o han estado vinculados a esta forma de conocimiento (con aportes originales).

EL EMPIRISMO:

El «Empirismo» sostiene la tesis contraria: el único conocimiento legítimo, y el fun­damento en general de todo conocimiento, es la «experiencia» sensible. El aporte de la razón es limitado: el conocimiento que ella suministra es simplemente el análisis y la ordenación de nuestras ideas.

Según el empirismo, no puede conocerse absolutamente nada acer­ca de las cosas en sí (de la «esencia» de las cosas), sino sólo los fenómenos que se dan en la ex­periencia. Más allá de la experiencia, nada puede afirmarse: por tanto es im­posible abrir juicio sobre la existencia del alma, de Dios o cualquier otro objeto «meta-físico»: de ellos no hay conocimiento, porque no hay experiencia posible.
El empirismo gnoseológico sostiene sobre todo que la validez de todo conocimiento radica en la experiencia. No hay «a priori» (es decir, independientemente de la experiencia) algo que la razón pueda “aportar” al conocer. Todos los conceptos, incluso los más generales y abstractos, proce­den de la experiencia. La experiencia, sin embargo puede ser doble: «interna» y  «externa»; es decir, experiencia de nuestras sensaciones interiores y del mundo exterior. Los autores que pueden considerarse representantes típicos son LOCKE y HUME (representantes de filosofía inglesa del siglo XVII y XVIII). Su aporte más valioso fue el afirmar el valor de la experiencia frente al racionalismo.

XI) CRITERIO DE VERDAD:

Si hay un conocimiento verdadero,

  • ¿en qué podemos conocer esta su verdad?
  • ¿cuál es el criterio que nos dice –en el caso concreto– si un conocimiento es o no verdadero?
  • ¿Cuál es el «criterio» de la verdad en relación a lo que conocemos?
  • ¿Cuál es la «norma» que nos permite reconocer la verdad como tal?

El mismo problema de la VERDAD –de su definición y posibi­lidad, de su expresión y transmisión– constituye un motivo de estudio y minucioso análisis por parte de la GNOSEOLOGÍA.
Veamos ahora cuáles son los «criterios de verdad» que a lo largo de la historia de la filosofía se han formulado:

a) La verdad como «CONCORDANCIA»:

La verdad es la «concordancia» del pensamiento, de nuestros juicios, con las cosas; es la «adecuación» entre el entendimiento y la cosa: correspondencia entre pensar y ser.

b) La verdad como «COHERENCIA»:

Una verdad es tal si hay «congruencia» entre ella y otras verdades: es ver­dad por su relación con otras verdades dentro de un sistema. Un enunciado es «verdadero» no porque concuerda con una supuesta realidad independiente de él, sino porque es «coherente» –dentro de un sistema– con otros enunciados.

c) La verdad como «EFICACIA»:

La esencia de la verdad consiste en su índole «progresiva»; la verdad “crece” y se desarrolla a través diversas etapas superando errores. No hay verdades fijas, ideales, eternas; la verdad de una afirmación, de una doctrina o teoría, reside en los RESULTADOS que de ella se ob­tengan. Si la verdad fuese inmutable, el progreso del conocimiento no sería posible.

d) La verdad como «VERIFICABILIDAD»:

La verdad de un juicio se asegura a partir de su verificalidad.  Si no hay com­probación posible, formas de «verificar» lo que se afirma, entonces el juicio que se establece no es ni verda­dero, ni falso.

e) La verdad como «EVIDENCIA»:

Evidencia deriva de «ver»; la verdad es «lo que se ve». La evidencia es la claridad misma de lo que aparece imponiéndose con tal claridad al espíritu que resulta imposible su no aceptación. El estado subjetivo que acompaña a la evidencia es la CERTEZA.

f) La verdad como «AUSENCIA DE CONTRADICCIÓN»

Una afirmación, comprobada en un número determinado de ca­sos, será verdadera en tanto no aparezca el caso que la contradiga, es decir, nunca se ha demostrado que sucediese lo contrario. La verdad está condicionada a la contingencia de futuras comprobaciones que obliguen a abandonarla.

g)La verdad como «AUTORIDAD»:

La verdad como «autoridad» se establece a partir del testimonio que de alguien que consideramos digno de absoluta confianza; y nuestra certeza es –en el caso de afirmaciones hechas por esa auto­ridad– una «certeza moral». Corrientemente aceptamos este criterio cuando afirmamos que algo «se ha comprobado» cuando en realidad todo lo que sabemos es que determinadas personas (autoridades en la materia dignas de confianza para nosotros) lo han sostenido.

XII) CONCEPTOS GNOSEOLÓGICOS IMPORTANTES:

a) CERTEZA:

La «certeza» no puede ser confundida con la verdad. La verdad una propiedad de nuestros juiciosa sobre lo real; nuestros juicios son verdaderos cuando muestran su conformidad con la realidad. He aquí lo que podríamos llamar el carácter primario del conocimiento. Complementariamente, la «certeza» tiene un carácter secundario: es un estado del espíritu respecto de la verdad (por eso no puede hablar­se de certeza errónea). Concierne no al aspecto lógico, sino psicológico y subjetivo del juicio: es el grado máximo de fuerza o determinación con que el espíritu afirma su juicio. La certeza es el estado del espíritu que afirma sin temor de equivo­carse, que está determinado a un juicio y se adhiere firmemente a él.

b) IGNORANCIA:

Es la ausencia de todo conocimiento relativo a un objeto, el vacío del espíritu. No es siempre un mal; sólo lo es cuando falta el cono­cimiento cuando debería existir. El idioma latino distinguía el término nesciencia, el cual aludía simplemente a la ausencia de conocimiento, del vocablo ignorantia, que remitía al desconocimiento de aquello que se debería tener cono­cimiento. Lo que siempre está mal es “ignorar” la propia ignorancia, es decir, despreocuparse de conocer aquello que debería conocerse.

c) DUDA:

Es la simple suspensión del juicio. El espíritu está aquí suspendido en­tre el sí y el no, porque no percibe ninguna razón determinante para afirmar o negar algo (esto de denomina duda negativa), o porque percibe razones iguales para afirmar que para negar (duda positiva). Es el estado en el que el intelecto fluctúa entre la afirmación y la negación de una determinada proposición, sin inclinarse más a un extremo de la alternativa. La duda es «parcial» cuando sólo suspende uno o varios juicios relativos a algún aspecto de lo real y es «universal» cuando suspende todo juicio. Es «metódica» cuando se la toma como medio para descubrir la verdad. La duda (parcial, metódica) es el engra­naje de la vida intelectual. Abstenerse de afirmar algo cuando no se tienen razones para sostener el juicio es prudencia. No se debe confundir duda con pregunta. Cuando se formula una pregunta no se duda porque todavía no existe un juicio (una respuesta) para sus­pender; solamente se tiene consciencia de la propia ignorancia y del deseo de saber. No es lo mismo preguntar si existe Dios y du­dar de Dios...

d) CONJETURA:

Es una tendencia a emitir un juicio demasiado “débil” (una tendencia hacia la afirmación de algo de lo que tenemos algunos indicios reales o algunas “sospechas”) para ser afirmado con certeza. Es una tendencia que –en cuanto conjetura– se queda en el estado de aproximación a la verdad...

e) OPINIÓN:

Es un juicio, pero no dado aún firmemente, formulado con explí­cito o implícito temor a equivocarse, reservando la posibilidad de que el juicio contrario sea verdadero. Aunque el temor pertenece a la afectividad, analógicamente está aplicado al intelecto: el peligro está en que el juicio afirmado sea falso, que las cosas sean de un modo distinto que como lo pensamos. El temor a equivocarse es la conciencia de que los motivos para afirmar son solamente pro­bables. Las razones que impulsan no determinan suficientemente al entendimiento para que se pronuncie totalmente en algún senti­do. La mente asiente a una de las partes, pero sospechando que la opuesta puede ser verdadera. Pertenece a la esencia de la opinión el que el asentimiento no sea firme. La opinión es de suyo una estimación ante lo contingente, aquello que puede ser y no ser. Como no todo es contingente, no todo es opinable.
Las dificultades (morales si se quiere) aparecen cuando la opinión está firmemente asen­tada en el espíritu y se afirma sin temor. Por estar fundamenta­da en un motivo probable es, en sí misma, una simple opinión tomada equivocadamente por certeza. En la práctica, es importante discernir entre la opinión y la certeza. Tan injustificado es tener lo cierto por opinable como lo opinable por cierto. Tener criterio es, en buena parte, saber discernir las distintas situaciones en las que se encuentra la mente en cada momento.

Actividades para el punto XII:

1.   Buscar diversos ejemplos de cada una de las situaciones planteadas: certeza, ignorancia, duda, conjetura, opinión. Ej. “Tengo certeza de que las cosas ocurrieron así porque yo estaba presente allí cuando sucedieron”
2.   Buscar algunos recortes periodísticos donde se expresen certeza, ignorancia, duda, conjetura, opinión.
3.   Describe al menos 5 principios morales y comenta qué actitud haz personalmente asumido respecto de ellos (son certezas, opiniones, cabe en ellos la duda, etc. –Justifica). Puedes hacer lo mismo respecto de principios políticos, religiosos, futbolísticos, etc.).


Fragmento adaptado (Fuente:  "Filosofía, Historia, Problemas, Vida" de Jorge Eduardo Noro, Ed. Didascalia, Rosario, 2012.)